El próximo fin de semana, Galicia volverá a ser testigo de una de esas reuniones que, entre lo simbólico y lo privado, definen la biografía más íntima de Juan Carlos I. En Sanxenxo, donde el mar y la discreción son parte del paisaje, el rey emérito prepara un encuentro muy especial. Una cita que no solo se entiende como un festejo, sino como un guiño a la tradición que lo ha acompañado durante décadas.
Lejos de los grandes protocolos, y con la naturalidad que lo caracteriza en su círculo de confianza, Juan Carlos I planea celebrar un evento que tiene como escenario una batea de mejillones, uno de los símbolos más auténticos de Galicia. Será un momento de camaradería, gastronomía y confidencias, cargado de significados personales y de señales sobre el presente de quien, a pesar de la distancia oficial, sigue ocupando un lugar clave en la historia reciente de nuestro país.
5Un legado íntimo y personal

La reunión de este septiembre quedará como una más en el largo listado de encuentros que Juan Carlos I ha vivido en Galicia, pero con un matiz especial. Será un momento de balance, de celebración y de despedida. Una velada que une tradición, amistad y mar en un cóctel que dice mucho más de su personalidad que cualquier discurso público.
En las bateas gallegas, el rey emérito parece encontrar un reflejo de sí mismo: estructuras sólidas que flotan sobre aguas cambiantes, símbolos de resistencia y de arraigo. Y es ahí, rodeado de los suyos, donde se muestra más cercano, más humano y más relajado.
Porque, más allá de títulos y controversias, la imagen de Juan Carlos I compartiendo mejillones con amigos en Sanxenxo revela a un hombre que todavía busca disfrutar de los placeres sencillos de la vida. Y esa, quizás, sea la mejor manera de entenderlo en este tiempo: como alguien que, después de todo, sigue celebrando la vida desde el mar que siempre lo acompañó.