El próximo fin de semana, Galicia volverá a ser testigo de una de esas reuniones que, entre lo simbólico y lo privado, definen la biografía más íntima de Juan Carlos I. En Sanxenxo, donde el mar y la discreción son parte del paisaje, el rey emérito prepara un encuentro muy especial. Una cita que no solo se entiende como un festejo, sino como un guiño a la tradición que lo ha acompañado durante décadas.
Lejos de los grandes protocolos, y con la naturalidad que lo caracteriza en su círculo de confianza, Juan Carlos I planea celebrar un evento que tiene como escenario una batea de mejillones, uno de los símbolos más auténticos de Galicia. Será un momento de camaradería, gastronomía y confidencias, cargado de significados personales y de señales sobre el presente de quien, a pesar de la distancia oficial, sigue ocupando un lugar clave en la historia reciente de nuestro país.
1Un rey entre bateas y tradiciones marineras

La historia entre Juan Carlos I y Galicia comenzó en los años ochenta, cuando descubrió en las aguas gallegas no solo un espacio para practicar vela, sino también un refugio personal. Fue Pedro Campos, su inseparable amigo y compañero en innumerables regatas, quien le mostró las bateas, esas plataformas flotantes donde se cultivan mejillones y ostras que después conquistan paladares en todo el mundo.
Desde entonces, lo que comenzó como una simple curiosidad terminó por convertirse en un ritual. Sentarse en una batea, probar marisco recién recogido y brindar con vino albariño se convirtió en una costumbre que el monarca ha repetido en cada una de sus estancias. Este septiembre no será la excepción: allí, entre amigos y familiares, recordará viejos tiempos y reafirmará su vínculo con Galicia.