Durante años, la inteligencia artificial (IA) se presentó como una herramienta abierta y accesible para todos. La gratuidad actuó como el gran atractivo inagural, facilitando que millones de personas descubrieran sus posibilidades. Sin embargo, esa etapa está llegando a su fin: lo que parecía un beneficio universal ahora se transforma en un modelo de negocio que redefine quién podrá aprovecharla y quién quedará al margen.
El cambio no es casual ni repentino. Responde a una organización de mercado cuidadosamente diseñada, donde la gratuidad sirvió como fase de aprendizaje y dependencia. Hoy, el acceso a la IA avanza hacia modelos de pago que, aunque garantizan calidad y sostenibilidad, también generan nuevas brechas sociales y económicas.
5La nueva brecha digital: acceso para unos, barrera para otros

El cambio hacia el pago plantea una consecuencia preocupante: la creación de una nueva brecha digital. Mientras que empresas con capital pueden acceder a las versiones más potentes de la IA, estudiantes, autónomos y pequeñas compañías quedan limitados a versiones básicas.
Esta diferencia no es menor. Significa que la capacidad de innovar, aprender o competir dependerá del poder adquisitivo. Un estudiante de diseño que no pueda pagar un generador de imágenes de alta gama quedará en desventaja frente a otro que sí acceda a esa tecnología. De igual modo, un pequeño emprendedor no tendrá las mismas posibilidades de analizar mercados que una multinacional con acceso a modelos predictivos avanzados.