Pocos programas como Crónicas Marcianas consiguieron definir una época entera de la televisión en España, convirtiéndose en un fenómeno que traspasaba la pantalla cada noche. En ese plató lleno de caos y genialidad, un hombre llamado Carlos de la Fuente, más conocido como ‘El Canta’, se erigió en un icono inesperado, pues su papel como azote de famosos en Telecinco le catapultó a una fama vertiginosa que muy pocos habrían sabido cómo gestionar. ¿Qué fue de aquel reportero intrépido?
La pregunta sigue resonando entre quienes recuerdan aquellas madrugadas de pura anarquía televisiva. Tras el final de Crónicas Marcianas, su rastro se desvaneció casi por completo, y es que decidió abandonar la televisión para montar su propio negocio y vivir una vida anónima, un giro de guion que nadie vio venir y que revela una historia fascinante sobre el precio de la popularidad. Su decisión fue tan rotunda como el personaje que interpretaba.
EL HOMBRE QUE GRITABA A LOS FAMOSOS
Carlos de la Fuente no era un colaborador al uso en el plató de Crónicas Marcianas, sino más bien un misil teledirigido hacia el corazón de la farándula nocturna. Su misión era clara, ruidosa y tremendamente efectiva, ya que se convirtió en la pesadilla de las celebridades a las puertas de las discotecas, armado con un micrófono y una actitud que traspasaba la pantalla y generaba momentos de tensión inolvidables para la audiencia.
Aquella televisión de finales de los noventa era un auténtico campo de batalla por el audímetro, una jungla donde solo los más audaces sobrevivían. El formato de Xavier Sardà necesitaba perfiles tan explosivos como el suyo para mantener el ritmo frenético del programa, y su estilo directo y sin filtros conectó con un público que buscaba espectáculo puro, convirtiéndolo en una pieza clave del engranaje del exitoso late night.
LA FAMA: UN BILLETE DE IDA… ¿Y VUELTA?
De la noche a la mañana, ‘El Canta’ se convirtió en una de las caras más reconocibles del país, una auténtica estrella de la pequeña pantalla. El éxito en Crónicas Marcianas le abrió puertas que nunca antes había imaginado, y de repente su rostro era reconocido en cada rincón de España, algo que al principio puede resultar excitante pero que, con el paso del tiempo, puede llegar a volverse increíblemente asfixiante y limitante.
Pero la exposición mediática siempre tiene dos caras, una amable y otra mucho más amarga, y él no fue una excepción. Mientras el personaje crecía sin control en el plató de Telecinco, la persona detrás de él comenzaba a sentir el peso de una popularidad desmedida, un peaje altísimo que muchos otros famosos han tenido que pagar a lo largo de su carrera tras la experiencia que supuso Crónicas Marcianas.
CUANDO SE APAGAN LOS FOCOS, SE ENCIENDE LA VIDA
El fin de Crónicas Marcianas en el año 2005 supuso un antes y un después para la mayoría de sus colaboradores y para la televisión en general. Mientras muchos de sus compañeros buscaron acomodo en nuevos formatos para seguir ligados al medio, Carlos de la Fuente optó por un silencio mediático casi total, una decisión valiente, meditada y tremendamente sorprendente para alguien que había vivido en el epicentro del ruido.
El verdadero motivo no fue la falta de ofertas, sino más bien todo lo contrario: un profundo agotamiento vital y profesional. Quería recuperar el anonimato que el programa que rompió audímetros le había arrebatado sin piedad, porque llegó un punto en que el personaje se había comido por completo a la persona, y necesitaba con urgencia reencontrarse a sí mismo lejos de la vorágine de la pequeña pantalla y de la persecución del personaje que creó para Crónicas Marcianas.
DE LAS CÁMARAS DE TELECINCO A LA BARRA DE UN BAR
Su nuevo camino profesional y personal le llevó muy lejos del universo de los famosos, las exclusivas y las guerras televisivas. Dejó atrás su pasado en Crónicas Marcianas y Madrid para buscar una tranquilidad que había perdido, porque invirtió sus ahorros en un bar de copas en su localidad, un negocio que le permitía ser su propio jefe y tener un contacto mucho más real y directo con la gente.
Mucha gente todavía se pregunta si echa de menos la adrenalina y la visibilidad que le daba la televisión cada noche. El cambio fue sin duda radical, pero le devolvió el control absoluto de su vida, ya que regentar su propio local le ofrecía una estabilidad que el mundo del espectáculo no garantiza, una rutina más tranquila y predecible que la que ofrecía aquel exitoso show de Telecinco.
EL LEGADO DE ‘EL CANTA’: ¿QUÉ QUEDA DE AQUEL PERSONAJE?
Hoy, Carlos de la Fuente vive completamente al margen del circo mediático que un día le dio de comer y le hizo famoso. Apenas concede entrevistas y prefiere el trato cercano y diario con sus clientes, porque ha encontrado una felicidad más auténtica y sólida en el anonimato que en los aplausos, aunque no reniega en absoluto de su etapa en el fenómeno televisivo que fue su gran oportunidad en la vida.
Quienes le conocen bien aseguran que sigue teniendo esa chispa y ese desparpajo que le caracterizaban, pero ahora la reserva para su círculo más íntimo. La sombra de Crónicas Marcianas es muy alargada, pero él supo caminar con determinación hacia la luz, y su historia es un recordatorio de que hay vida más allá de la fama, una valiosa lección que muchos otros rostros conocidos de la televisión no siempre logran aprender a tiempo.