El sonido del despertador corta el silencio y, de pronto, el cuerpo parece pesar más de lo habitual. A muchos nos cuesta dar ese primer paso fuera de la cama y, aunque lo atribuimos a la falta de voluntad, la explicación es mucho más profunda. Levantarse con energía no siempre depende de la fuerza mental, sino de pequeños hábitos que influyen en la calidad del descanso y en la manera en que nuestro organismo se activa.
Lo cierto es que existen mecanismos internos, desde la inercia del sueño hasta los ritmos circadianos, que determinan si abrimos los ojos con vitalidad o con esa sensación de pesadez que nos acompaña durante horas. Comprender por qué ocurre esto y cómo podemos modificar ciertos hábitos puede transformar la energía de nuestras mañanas y, con ellas, el resto de la jornada.
4Alimentación inteligente para comenzar el día con energía

Lo que comemos influye de manera directa en cómo nos sentimos al despertar. Una dieta rica en azúcares refinados y carbohidratos simples durante la noche altera la arquitectura del sueño, reduciendo las fases de descanso profundo y aumentando los despertares. En cambio, los carbohidratos de calidad, como los cereales integrales o los alimentos ricos en fibra, favorecen un sueño más reparador.
El triptófano, presente en huevos, plátanos y lácteos, es un aminoácido esencial para la producción de serotonina y melatonina. Incluirlo en la dieta mejora tanto la conciliación del sueño como la sensación de alerta al día siguiente. Además, micronutrientes como la vitamina D, el magnesio, el hierro y la vitamina B12 son indispensables para la producción de ATP, la molécula que suministra energía a las células. Una deficiencia en cualquiera de ellos puede traducirse en fatiga constante, incluso después de un descanso prolongado.
Pequeños ajustes en la alimentación, como cenar ligero y temprano o evitar bebidas alcohólicas y estimulantes antes de dormir, son pasos sencillos que repercuten de manera significativa en la forma en que afrontamos la mañana.