miércoles, 10 septiembre 2025

Dr. Ismael Garrido (58), otólogo «El ruido de la Línea 6 de Metro está provocando una ‘sordera oculta’ irreversible a partir de los 45 años»

El pitido que oyes al llegar a casa después de tu viaje diario podría no ser fruto de tu imaginación. La línea de Metro que coges cada día esconde un peligro silencioso para tu salud auditiva que la ciencia empieza ahora a desvelar.

El ruido del Metro se ha convertido en la banda sonora cotidiana para millones de madrileños, un estruendo metálico que asumimos como parte del peaje por vivir en una gran ciudad. Pero ese chirrido agudo en las curvas o el traqueteo ensordecedor en ciertos tramos es mucho más que una simple molestia. Lo que no sabes es que, sin darte cuenta, un trauma acústico acumulativo está dañando tu audición de forma lenta pero irreversible. ¿Estás seguro de que tu oído aguantará este ritmo muchos años más?

Esa sensación de aturdimiento al salir a la calle no es solo cansancio; es una señal de alarma que tu cuerpo te está enviando. Cada viaje en el suburbano madrileño, especialmente en las líneas más antiguas y ruidosas, te expone a picos de sonido muy por encima de lo recomendable. El problema es que el daño no es inmediato, sino silencioso y progresivo, pues la exposición continuada a estos picos de decibelios provoca una ‘sordera oculta’ que no se detecta en las audiometrías convencionales.

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¿EL SILENCIO SE ESTÁ EXTINTINGUIENDO EN NUESTROS VIAJES?

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Puede que al hacerte una revisión médica tu audición parezca perfecta, que escuches los pitidos del test sin problema. Sin embargo, ¿te cuesta cada vez más seguir una conversación en un bar concurrido o entender a alguien si hay ruido de fondo? Eso es la sordera oculta. A diferencia de la sordera tradicional, que afecta al volumen, esta patología afecta a la capacidad de procesar el sonido en ambientes ruidosos, un síntoma que muchos achacan al estrés o a la falta de atención cuando la causa real está en nuestro transporte público.

El mecanismo de esta lesión es perverso y se ceba con las estructuras más delicadas de nuestro sistema auditivo. No se trata del ruido constante y monótono, sino de los picos de alta frecuencia, como el chirrido de las ruedas del tren contra la vía. Esos sonidos agudos y repentinos que nos hacen encogernos son los más peligrosos, ya que estos picos de ruido generan una sobrecarga que destruye las sinapsis nerviosas del oído interno, las conexiones que permiten a nuestro cerebro interpretar el sonido con claridad y nitidez.

LA LÍNEA 6: UN MAPA SONORO DEL PELIGRO

Hablamos, cómo no, de la línea circular, la famosa Línea 6. Su trazado, lleno de curvas cerradas y con tramos de infraestructura más antigua, la convierte en el epicentro del problema. El viaje en este Metro se transforma en una prueba de resistencia auditiva, especialmente entre estaciones como Pacífico y Conde de Casal, o en el arco noroeste, ya que los tramos con curvas pronunciadas y vías con falta de mantenimiento son los principales focos de contaminación acústica.

Los expertos en salud auditiva y los propios usuarios lo saben desde hace tiempo, pero ahora la ciencia lo confirma. Ese estruendo que te obliga a gritar para hablar con la persona de al lado no es normal. Las mediciones en el interior de los vagones en estos puntos conflictivos son alarmantes, superando con creces los límites de seguridad laboral para una exposición prolongada. Para que te hagas una idea, se han demostrado picos de ruido que superan los 95 decibelios, el umbral de riesgo auditivo severo, similar al de un martillo neumático.

MÁS ALLÁ DE LOS 45, UNA CUENTA ATRÁS AUDITIVA

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El cuerpo humano es una máquina increíble con una gran capacidad de recuperación, pero esa capacidad tiene un límite y va menguando con los años. Durante la juventud, el oído interno puede reparar parte del daño sufrido por exposiciones puntuales a ruidos fuertes. Sin embargo, la agresión constante y diaria que supone viajar en los túneles del Metro acelera el desgaste natural. El punto de inflexión es claro: a partir de los 45 años la capacidad de regeneración celular del oído disminuye drásticamente.

A partir de esa edad, el daño que el ruido del Metro inflige a tus oídos deja de ser algo temporal para convertirse en una lesión crónica. Lo que antes era una molestia pasajera se convierte en una dificultad permanente para comunicarte en tu entorno social y familiar. Ya no hay vuelta atrás; la pérdida de esas delicadas conexiones nerviosas es definitiva, pues el daño se vuelve crónico y la pérdida de comprensión del habla en entornos complejos se hace permanente, afectando profundamente a tu calidad de vida.

LOS SÍNTOMAS QUE IGNORAS CADA DÍA

¿Te has dado cuenta de que cada vez subes más el volumen de la televisión o que pides constantemente que te repitan las cosas en una reunión familiar? ¿. La realidad es que la fatiga auditiva y la dificultad para entender conversaciones en grupo son los primeros síntomas de este desgaste. Tu cerebro está haciendo un sobreesfuerzo para rellenar los huecos que tu oído ya no le da.

El síntoma más delatador, sin embargo, es uno que te acompaña incluso en el silencio de tu casa. Ese pitido o zumbido constante que escuchas cuando todo está en calma tiene un nombre: acúfenos o tinnitus. Lejos de ser algo «normal», es la prueba irrefutable de que tu sistema auditivo ha sufrido un daño. Si coges el transporte subterráneo a diario y has empezado a notar este fenómeno, debes tomarlo como una señal de alerta, porque la aparición de un zumbido constante en los oídos es la firma de una lesión nerviosa ya establecida.

¿PODEMOS PROTEGER NUESTROS OÍDOS SIN DEJAR DE VIAJAR?

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Renunciar al Metro no es una opción viable para la mayoría, pero eso no significa que estemos indefensos. La tecnología puede ser nuestra gran aliada en esta lucha silenciosa contra el ruido. Invertir en unos buenos auriculares con cancelación de ruido activa no es un lujo, sino una herramienta de salud preventiva. A diferencia de los auriculares normales, que te obligan a subir el volumen para tapar el ruido exterior, estos crean una barrera de silencio. De hecho, su uso puede reducir la exposición en más de 25 decibelios, marcando la diferencia entre un viaje seguro y uno lesivo.

Al final, todo se reduce a una toma de conciencia. Se trata de entender que nuestra salud auditiva es finita y que debemos cuidarla como lo hacemos con nuestra vista o nuestro corazón. Pequeños gestos como alejarse de las zonas más ruidosas del andén, evitar los vagones que más vibran o incluso optar por rutas alternativas si es posible, suman. El objetivo es minimizar la dosis diaria de ruido a la que exponemos a nuestros oídos, porque este rápido y eficiente Metro nos lleva a nuestro destino, pero el verdadero desafío es llegar a él cada día sin dejar una parte de nuestra salud en el trayecto.


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