En medio de Valle Salvaje, una región marcada por la historia, la cultura y los misterios de una familia concreta, se manifiesta una agitación emocional que intenta desbordar a todos sus habitantes. Aquello que parece ser un paraíso tan natural, de extensas tierras, fértiles, además de recordar la tierra, va transformándose en un tablero en el que este se tornará al centro de la contienda del dolor, la ambición y la desconfianza, cuyo peligroso juego está a punto de empezar.
2JOSE LUIS Y LA AMBICIÓN DISFRAZADA DE OPORTUNIDAD

La figura de José Luis con su aspecto de calculador le da a la desgracia de Adriana la oportunidad de mostrar su más retorcido juego. A través de palabras de seda y gestos trabajados por la habitualidad, le oferta un trato de forma tal que será casi un acuerdo, pero en realidad no es más que una trampa: le debe ceder las tierras de Valle Salvaje, mientras que él lo que le oferta es lo que el mismo llama “seguridad”.
Entre los gestos de su aparente bondad aparece el hambre voraz que este antes no ha podido reconocer. La tierra de Valle Salvaje no son unas simples tierras, son la herencia de una historia, un símbolo de orgullo, de pertenencias. José Luis lo sabe, y por eso desea que sean suyas. Su oferta no busca proteger a Adriana, sino despojarle de lo último que tiene, lo que aún tiene con sus raíces.
La tierra es poder, y en este poder José Luis lo ha puesto sus ojos como si se tratasen de un botón de la guerra. La estrategia de José Luis se alimenta del sufrimiento ajeno. Al saber que Adriana para el peor momento de su vida — el peor, el que hasta las últimas caída en la pérdida de uno mismo — Intenta venderle una ilusión de estabilidad que en realidad es un despojo. Su lógica retorcida convierte la desgracia de una mujer en moneda de cambio para ascender.