viernes, 5 septiembre 2025

El ‘Versalles’ abandonado de Madrid: el palacio cuyos jardines salvajes alcanzan su máxima belleza melancólica en octubre

Sus jardines de inspiración italiana alcanzan su máxima belleza en octubre, cuando el otoño crea una atmósfera melancólica y salvaje. Diseñado por Ventura Rodríguez, fue la corte del Infante don Luis y ha servido de escenario para reconocidas películas internacionales.

Hay lugares tocados por una varita mágica, capaces de transportarte a otro tiempo, y el Palacio del Infante don Luis en Boadilla del Monte es, sin duda, uno de ellos. Este rincón de Madrid esconde una historia de esplendor y olvido que se palpa en cada una de sus estancias y, sobre todo, en sus jardines. Cuando llega octubre, el paisaje se transforma y, de repente, entiendes por qué su decadencia es puro arte, una estampa que te atrapa sin remedio.

Pasear por este monumento a media hora de Madrid es como adentrarse en un sueño de otoño. El palacio, una joya del neoclasicismo diseñada por el gran Ventura Rodríguez, parece observar en silencio cómo sus jardines se visten de ocres y dorados. Es entonces cuando se despliega el verdadero espectáculo, pues sus jardines de inspiración italiana alcanzan una belleza salvaje y nostálgica difícil de igualar, un secreto a voces para los que buscan la magia en los atardeceres de esta estación. ¿Te atreves a descubrirlo?

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¿UN SUEÑO ILUSTRADO O UNA HISTORIA DE DESTIERRO?

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El origen de esta joya arquitectónica de Madrid nos cuenta una historia de aspiraciones y desencuentros. El palacio fue un encargo del infante don Luis Antonio de Borbón, hermano de Carlos III, al célebre arquitecto Ventura Rodríguez, quien lo finalizó en 1765. El infante, alejado de la corte, quiso crear aquí su propio centro de arte y cultura, un refugio para intelectuales y artistas de la talla de Goya o el músico Luigi Boccherini.

Sin embargo, la historia dio un giro inesperado. Tras casarse sin el permiso real, el infante fue obligado a abandonar Boadilla, dejando el palacio en un estado de semiabandono poco después de su época de mayor esplendor. Desde entonces, el edificio ha sido testigo silencioso del paso del tiempo, pues sus muros guardan el eco de una corte ilustrada que se desvaneció demasiado pronto, dejando un legado de belleza interrumpida que ha llegado hasta nuestros días.

EL GENIO DE VENTURA RODRÍGUEZ Y UNOS JARDINES DE PELÍCULA

Adentrarse en este espacio es entender por qué Madrid atesora joyas arquitectónicas que a menudo pasan desapercibidas. Ventura Rodríguez, uno de los arquitectos más destacados del siglo XVIII español, concibió aquí una de sus obras maestras del neoclasicismo. El diseño, de una elegancia sobria en su exterior, contrasta con la suntuosidad de espacios interiores como su espectacular capilla, un tesoro del barroco clasicista que deja sin aliento.

Pero el verdadero corazón de este lugar reside en su diálogo con la naturaleza. Los jardines, de clara influencia italiana, se distribuyen en terrazas que salvan el desnivel del terreno, creando un escenario único. Este entorno no solo enamora a sus visitantes, sino también al séptimo arte, ya que el palacio y sus jardines han sido escenario de películas como ‘Los fantasmas de Goya’ de Miloš Forman o ‘Las brujas de Zugarramurdi’ de Álex de la Iglesia, que supieron ver su potencial cinematográfico.

OCTUBRE, EL MES EN QUE LA DECADENCIA SE VISTE DE GALA

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Hay algo especial en visitar este rincón de Madrid cuando el verano se despide. Es en octubre cuando los jardines del palacio muestran su cara más fascinante. El verde intenso del boj y los cipreses contrasta con la paleta de amarillos, naranjas y rojos de las hojas caídas, creando una atmósfera de serena melancolía que invita a la introspección y al paseo sin prisas, una experiencia única para el visitante.

El otoño tiñe de nostalgia cada rincón, desde sus parterres hasta las zonas más silvestres que prolongan los jardines. La luz dorada de la tarde se filtra entre las ramas, dibujando sombras que dan vida a las estatuas y fuentes, y es en ese momento cuando la decadencia se convierte en un espectáculo visual donde la naturaleza reclama su espacio con una belleza abrumadora, haciendo de esta escapada cerca de Madrid un plan sencillamente perfecto.

DE LA RUINA A LA RECUPERACIÓN: UN ESFUERZO TITÁNICO

Declarado Monumento Nacional en 1974, el palacio sufrió décadas de abandono que pusieron en grave peligro su estructura y sus jardines. La falta de mantenimiento deterioró severamente esta joya patrimonial de Madrid, que corría el riesgo de perderse para siempre. Afortunadamente, en 1998 fue adquirido por el Ayuntamiento de Boadilla del Monte, dando comienzo a un ambicioso y necesario proceso de restauración.

El camino no ha sido fácil, pero el esfuerzo ha merecido la pena. Gracias a un minucioso trabajo de rehabilitación, hoy podemos volver a disfrutar de gran parte de su esplendor original. Se han recuperado las fachadas, la impresionante capilla y unos jardines que vuelven a lucir como en sus mejores tiempos, pues la restauración ha devuelto la vida a un espacio que es testimonio vivo de la riqueza cultural y patrimonial de España, un lugar que merece ser redescubierto.

UN PLAN PERFECTO A UN PASO DE LA GRAN CIUDAD

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Visitar este palacio es una de las mejores escapadas que se pueden hacer desde Madrid. El acceso a los jardines es libre y gratuito, abriendo de martes a domingo con un horario que se adapta a la temporada. El interior del palacio, por su parte, solo puede visitarse los sábados con una visita guiada que conviene reservar con antelación para no quedarse sin plaza. Se trata de una oportunidad única para conocer a fondo la historia de este lugar.

Llegar hasta aquí es muy sencillo, ya sea en vehículo privado o utilizando el transporte público desde intercambiadores como Moncloa o Aluche. Es el plan perfecto para desconectar del bullicio de la capital de Madrid y sumergirse en un oasis de historia y naturaleza. Porque a veces, los tesoros más sorprendentes, esos que te reconcilian con la belleza y el paso del tiempo, están mucho más cerca de lo que imaginas, esperando a ser descubiertos en un tranquilo paseo de otoño.







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