jueves, 4 septiembre 2025

David Jiménez (58), notario: «El error más tonto al hacer testamento que veo cada día en mi notaría y que puede enfrentar a tus hijos para siempre»

Un documento pensado para traer paz puede ser el origen de un conflicto familiar que dure décadas. El notario David Jiménez nos desvela la frase aparentemente inofensiva que enciende la mecha en el 90% de las disputas.

El error más tonto al hacer testamento que puede enfrentar a tus hijos para siempre no tiene que ver con la ley, sino con la psicología humana. Es un fallo que se repite cada día en las notarías de toda España, un desliz nacido de la buena fe que acaba sembrando la discordia. Este fallo no es legal, sino profundamente humano, y lo comete gente de toda clase social, porque nace de una creencia bienintencionada pero terriblemente ingenua sobre el futuro y la fortaleza de los lazos familiares.

Lo irónico es que se comete pensando precisamente en no complicar las cosas, en ser justo y equitativo. Pero esa supuesta sencillez es una trampa mortal para la armonía familiar. ¿Te imaginas que tu último acto en vida sea el detonante de una guerra entre las personas que más quieres? Porque lo que se deja atrás no son solo propiedades, sino un último mensaje, y si ese mensaje es ambiguo, la interpretación se convierte en un arma arrojadiza entre hermanos que puede destruir relaciones para siempre.

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¿POR QUÉ UN PAPEL PUEDE ROMPER UNA FAMILIA?

Un documento que debería ser un acto de amor y previsión se transforma a menudo en el detonante de rencores enquistados.
Un documento que debería ser un acto de amor y previsión se transforma a menudo en el detonante de rencores enquistados.

Mucha gente ve el testamento como un mero trámite burocrático, una lista de bienes y nombres. Pero es infinitamente más que eso. Es el capítulo final que escribimos, la última vez que ‘hablamos’ con nuestros hijos, y la voluntad del testador debe ser clara. Por eso, un testamento mal redactado puede sonar a preferencia, a injusticia o a indiferencia, aunque esa no fuera en absoluto la intención. Es un documento cargado de una simbología emocional brutal que se activa en el momento más vulnerable de una familia: el duelo.

En más de treinta años de profesión, he visto familias unidas entrar por la puerta de mi despacho y salir sin mirarse a la cara tras la lectura de un testamento. El problema es que la gente asume que el cariño familiar prevalecerá sobre cualquier disputa material. Sin embargo, la experiencia demuestra que el reparto de bienes es algo delicado, pues el duelo es un catalizador de viejas rencillas y agravios comparativos que permanecían latentes durante años y que explotan con la herencia.

«PARA MIS HIJOS, A PARTES IGUALES»: LA FRASE QUE ESCONDE LA PÓLVORA

Aquí está el epicentro del terremoto: la cláusula aparentemente perfecta y justa que lo dinamita todo. Cuando un testamento establece que todos los bienes se repartirán «a partes iguales» entre los herederos sin especificar nada más, se está creando un problema colosal. Esa fórmula es correcta para el dinero o los fondos de inversión, bienes fungibles y divisibles, pero es una bomba de relojería cuando en la herencia hay bienes con un fuerte componente emocional, como la casa familiar, una colección de arte o las joyas de la abuela.

¿Qué significa «a partes iguales» cuando hablamos de la casa del pueblo donde pasaron todos los veranos? ¿Que uno se la queda y paga al otro su parte? ¿Y si el otro no quiere vender o no están de acuerdo en el precio? El problema es que la ley les obliga a ponerse de acuerdo para todo: para vender, para alquilar, para repartir. Y en esa fase de la sucesión, ese ‘ponerse de acuerdo’ es donde afloran las diferencias irreconciliables y la relación se rompe.

EL ‘LEGADO’, ESE CAMPO DE MINAS EMOCIONAL

Aquí es donde la falta de concreción convierte un gesto de cariño en una fuente de conflicto inagotable.
Aquí es donde la falta de concreción convierte un gesto de cariño en una fuente de conflicto inagotable.

La figura del legado es la herramienta que nos permite evitar este desastre. Un legado es una disposición concreta dentro del testamento por la cual se deja un bien específico a una persona específica. No especificarlo bien es como dejar una caja de joyas abierta en una habitación a oscuras y decir ‘repartidla como hermanos’. Porque al dejar en herencia estos bienes, cada objeto puede tener un valor sentimental distinto e incalculable para cada hijo, y ahí nace la disputa.

«Papá siempre quiso que el reloj fuera para mí». «Pero mamá me dijo que la casa del pueblo sería mía». Estas frases resuenan constantemente en mi notaría y son el germen del conflicto familiar. El valor económico se puede dividir, pero no es lo único que importa. La realidad es que el valor simbólico de la casa del pueblo o las joyas de la abuela es indivisible y altamente inflamable, y un buen testamento debe desactivar esa carga emocional.

LA FALSA CREENCIA DE QUE «ELLOS YA SE ARREGLARÁN»

Detrás de este error monumental hay un pensamiento muy humano: la incapacidad de los padres para imaginar a sus hijos enfrentados. Es un mecanismo de negación, un ‘no quiero ni pensar que mis hijos vayan a discutir’, y por eso no se toman decisiones incómodas. Pero al no querer pensar en el conflicto, y no dejar todo atado, se está creando el escenario perfecto para que este estalle con más fuerza cuando ellos ya no estén para mediar.

La labor de un notario no es solo dar fe, sino asesorar para prevenir. Mi trabajo es hacerles ver que un buen testamento no es un acto de desconfianza hacia los hijos, sino todo lo contrario. Se trata de una muestra de amor y responsabilidad. Porque al final, la verdadera herencia que debemos proteger no es la material, sino la familiar, ya que la herramienta más poderosa para proteger la armonía familiar es precisamente un testamento bien definido.

DEJAR LAS COSAS CLARAS: EL MAYOR ACTO DE AMOR

La solución es más sencilla de lo que parece y no se basa en la desconfianza, sino en la responsabilidad afectiva.
La solución es más sencilla de lo que parece y no se basa en la desconfianza, sino en la responsabilidad afectiva.

La solución pasa por sentarse, reflexionar y tomar decisiones, por difíciles que parezcan. ¿Quién valora más la casa del pueblo? ¿Quién disfrutará más de esa pequeña colección de cuadros? Asignar esos bienes específicos en el testamento a través de legados, y compensar económicamente a los otros herederos si fuera necesario, es el único camino para garantizar la paz. Porque así se elimina la ambigüedad, que es el oxígeno que alimenta el fuego de las disputas familiares, y se protege la herencia.

Hacer un testamento detallado es, en definitiva, el último gran acto de cuidado hacia tus hijos. Es regalarles la tranquilidad de no tener que enfrentarse entre ellos por decisiones que tú no quisiste tomar. Porque el objetivo final de este documento no es solo repartir bienes, sino dejar un legado de concordia y respeto. De este modo, aseguras que el último recuerdo que dejas no es una herencia, sino la paz entre los tuyos.


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