martes, 2 septiembre 2025

Dr. Carlos Núñez (62), neurólogo del sueño: «El motivo por el que duermes mal no es el estrés, es cenar…»

La digestión nocturna eleva la temperatura corporal e interfiere con el sueño profundo, impidiendo la regeneración. La solución: cenar al menos tres horas antes de acostarte para sincronizar tu cuerpo con su reloj biológico natural.

El problema de que duermes mal se ha convertido en la epidemia silenciosa de nuestro tiempo, una batalla que libramos cada noche contra un enemigo invisible. La mayoría culpamos al estrés, a las preocupaciones y al ritmo de vida frenético, pero un reputado neurólogo nos lanza una advertencia que lo cambia todo, ya que culpamos al estrés cuando el verdadero enemigo está en nuestro plato. Y la solución es mucho más sencilla de lo que imaginas.

Esta revelación pone en jaque una de nuestras costumbres sociales más arraigadas: la cena tardía. No se trata de qué comes, sino de cuándo lo comes. Mientras tu mente intenta desconectar, tu cuerpo se ve forzado a iniciar un turno de trabajo extra para el que no está programado, y nuestro cuerpo no puede reparar y descansar si el sistema digestivo está trabajando a pleno rendimiento. El descanso nocturno se convierte así en una misión imposible.

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EL ENEMIGO SILENCIOSO QUE VIVE EN TU NEVERA

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Cuando te acuestas con el estómago lleno, tu organismo se enfrenta a una contradicción brutal. Por un lado, tu cerebro pide a gritos el descanso necesario para repararse. Por otro, tu sistema digestivo acaba de recibir una carga de trabajo que lo obliga a activarse. Es una lucha de prioridades en la que siempre perdemos, porque el proceso de la digestión es una tarea que exige energía y aumenta la actividad metabólica.

Esta actividad interna tiene una consecuencia directa y fatal para el descanso: eleva tu temperatura corporal. Y aquí está la clave que muchos ignoran. Para entrar en las fases profundas del descanso, nuestro cuerpo necesita enfriarse ligeramente. Una cena copiosa o tardía impide este descenso térmico, y por ello la temperatura corporal debe bajar para iniciar un sueño profundo y reparador.

DUERMES MAL : ¿POR QUÉ UNA CENA LIGERA TAMBIÉN PUEDE SER UN PROBLEMA?

Desmontamos el mito de que cenar "solo una ensalada" a última hora es inofensivo y cómo el reloj biológico es más importante que las calorías para la calidad de tu sueño. Fuente: Freepik
Desmontamos el mito de que cenar «solo una ensalada» a última hora es inofensivo y cómo el reloj biológico es más importante que las calorías para la calidad de tu sueño. Fuente: Freepik

Muchos creen que la solución es cenar ligero, una ensalada o una pieza de fruta, pero el doctor Núñez es tajante: aunque ayuda, no resuelve el problema de fondo. Tu cuerpo sigue necesitando digerir esos alimentos, movilizando jugos gástricos y manteniendo el metabolismo activo. Así que el problema no es la comida en sí, sino el momento en que la ingerimos, y la hora juega en nuestra contra.

Una cena tardía, por muy saludable que sea, envía señales contradictorias a nuestro cerebro. La digestión activa la liberación de insulina para gestionar el azúcar, una hormona que nos mantiene alerta. Esto choca frontalmente con la melatonina, la hormona que induce el sueño, y es que una cena tardía interfiere con la producción natural de melatonina, la hormona del sueño, creando un caos hormonal que nos mantiene en un estado de duermevela.

CENAR: EL ROBO DE LA FASE MÁS IMPORTANTE DEL SUEÑO

Analizamos cómo la digestión nocturna nos impide llegar a las fases de sueño profundo, las únicas que realmente nos regeneran física y mentalmente. Fuente: Freepik
Analizamos cómo la digestión nocturna nos impide llegar a las fases de sueño profundo, las únicas que realmente nos regeneran física y mentalmente. Fuente: Freepik

El descanso nocturno no es un proceso uniforme. Se divide en ciclos con diferentes fases, pero las más importantes son el sueño profundo (o de ondas lentas) y la fase REM. La primera es nuestra «estación de servicio» física, el momento en que el cuerpo se repara. Si estamos digiriendo, no podemos entrar de lleno en ella, porque el cuerpo prioriza la digestión sobre la regeneración celular y la consolidación de la memoria.

Con el sueño profundo saboteado, el resto del ciclo se desmorona. Las fases se acortan, el descanso se vuelve más superficial y somos más propensos a despertarnos. Aunque no te acuerdes por la mañana, el resultado es un sueño más ligero y fragmentado, con más microdespertares de los que no somos conscientes, lo que explica por qué te levantas con la sensación de no haber descansado nada.

LA REGLA DE ORO DE LAS TRES HORAS

cenar tres horas antes de acostarse para dar al sistema digestivo el tiempo suficiente para completar su trabajo más pesado. Fuente: Freepik
cenar tres horas antes de acostarse para dar al sistema digestivo el tiempo suficiente para completar su trabajo más pesado. Fuente: Freepik

La solución es tan sencilla como revolucionaria para muchos: dejar un margen de tiempo adecuado entre la cena y la hora de acostarse. El consenso entre los expertos es claro. Hay que cenar tres horas antes de acostarse para dar al sistema digestivo el tiempo suficiente para completar su trabajo más pesado. Este simple gesto permite que el cuerpo llegue a la cama listo para lo que toca: descansar.

¿Y si un día es imposible cumplirlo? Si por un compromiso social o laboral tienes que cenar tarde, la recomendación es optar por algo de digestión muy rápida y ligera, como un yogur o un caldo. No es lo ideal, pero es una forma de minimizar el impacto negativo. Hay que verlo como una estrategia de reducción de daños, no la solución ideal, para esas noches excepcionales.

MÁS ALLÁ DEL PLATO: EL VERDADERO DESCANSO

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Este enfoque no tiene nada que ver con contar calorías o hacer dieta. Se trata de algo mucho más profundo: escuchar a nuestro cuerpo y respetar sus ritmos circadianos, el reloj interno que gobierna nuestros ciclos de sueño y vigilia. Sincronizar nuestras rutinas con ese reloj es fundamental, ya que respetar los ritmos circadianos es una de las herramientas de salud más potentes y gratuitas que tenemos.

Al final, todo se reduce a un simple cambio de hábito que tiene un efecto dominó en nuestra vida. Dormir bien no solo nos da energía, sino que mejora nuestro humor, nuestra concentración y nuestras defensas. Y todo empieza con un gesto tan simple como adelantar la cena, porque la energía y la claridad mental del día siguiente son la prueba irrefutable de que hemos hecho las paces con nuestro reloj biológico.


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