La seguridad vial es una responsabilidad colectiva que exige plena conciencia sobre el estado físico y mental de los conductores. La Dirección General de Tráfico (DGT) subraya que más allá de respetar señales o límites de velocidad, la capacidad real para reaccionar al volante puede verse comprometida por enfermedades comunes o tratamientos médicos habituales que afectan directamente la concentración, la visión y los reflejos.
En este contexto, la DGT pone el foco en patologías neurológicas, cardíacas, respiratorias y psicológicas que pueden derivar en accidentes. El objetivo no es castigar al conductor, sino garantizar que cada persona que circula por carretera lo haga en condiciones óptimas. Por ello, los reconocimientos médicos previos a la renovación del carnet son cada vez más estrictos y personalizados.
2Enfermedades que pueden impedir la renovación del carnet

La lista de patologías que contempla la DGT es amplia y responde a criterios médicos muy claros. Algunas condiciones suponen un impedimento directo, mientras que otras permiten seguir conduciendo bajo control médico y con revisiones periódicas.
Entre los trastornos neurológicos destacan la epilepsia, las crisis de pérdida de conciencia y los accidentes isquémicos transitorios (AIT). En estos casos, el tiempo transcurrido desde el último episodio y la eficacia del tratamiento son determinantes. En el terreno cardiovascular, arritmias, infartos previos, aneurismas y prótesis valvulares exigen informes médicos rigurosos para autorizar la conducción.
El área psicológica tampoco queda al margen: la depresión severa, la ansiedad generalizada, el trastorno obsesivo-compulsivo, la dependencia de alcohol o drogas y la demencia son patologías que la DGT vigila de cerca. En muchos de estos casos, los medicamentos utilizados también afectan a la capacidad de reacción, lo que refuerza la necesidad de evaluaciones personalizadas.