En la sección de corazón Gossip de Merca2 ha salido a la luz un detalle que hasta ahora permanecía oculto y que refleja mejor que ningún otro la complicada situación personal que atraviesan Kiko Rivera e Irene Rosales. Se trata del último mensaje íntimo que el hijo de Isabel Pantoja envió a la que todavía es su mujer, un texto cargado de sentimiento en el que trataba de hacer un último intento por recuperar lo que parecía ya perdido. La revelación ha sorprendido a muchos porque pone de manifiesto que, aunque la decisión de separarse estaba tomada, todavía existía un vínculo emocional muy fuerte entre ellos. La historia de esta pareja, que ha compartido más de una década juntos y ha formado una familia con sus hijas y el hijo mayor de Kiko, llega a su fin con la certeza de que el cariño se mantiene, pero sin posibilidad de dar marcha atrás.
3Última hora sobre la expareja

El caso de Kiko e Irene no es un divorcio marcado por terceras personas ni por un enfrentamiento abierto, como ellos mismos han aclarado públicamente. No hay infidelidades, ni rencores, ni reproches públicos. Lo que existe es una certeza compartida: la de que, tras más de diez años juntos, el desgaste y las diferencias han acabado por imponerse. Aun así, ambos mantienen la voluntad de preservar la cordialidad, sobre todo por el bienestar de sus hijas, que siguen siendo el centro de sus vidas.
La publicación del mensaje en Merca2 ha servido para mostrar un aspecto más íntimo y humano del DJ, conocido en muchas ocasiones por su carácter impulsivo y por los conflictos familiares que han marcado su trayectoria mediática. En este caso, la faceta que se descubre es la de un hombre dolido, consciente de sus errores, pero también agradecido por lo que ha recibido. Su escrito refleja no solo un intento de reconciliación, sino también un reconocimiento sincero a la mujer que ha compartido con él los últimos años de su vida.
Hoy, mientras la pareja avanza hacia un divorcio que pronto será oficial, lo que queda es la imagen de unas vacaciones que se vivieron como un último adiós y un mensaje que ha pasado a ser el símbolo de ese final. La historia de Kiko Rivera e Irene Rosales demuestra que incluso en las separaciones más meditadas puede existir un trasfondo de amor y gratitud, y que el fin de una relación no siempre significa la desaparición del cariño. Para muchos, estas palabras quedarán como la muestra de que, aunque los caminos se separen, la huella de lo vivido permanecerá imborrable.