Existe un lugar en Navarra donde los mapas parecen mentir y la brújula se vuelve loca. Olvida el verde de los valles del norte, los Pirineos y los bosques frondosos. Aquí, la tierra se abre en un espectáculo árido, casi violento, un lienzo de arcillas y areniscas esculpido por el viento y el agua durante millones de años. Es un paisaje que te golpea, porque las Bardenas Reales son la prueba de que no hace falta salir de España para viajar a otro planeta.
Su belleza es tan extraña y cinematográfica que Hollywood no tardó en descubrirla. Este desierto en miniatura se ha transformado en mundos lejanos, en escenarios apocalípticos y, sobre todo, en el territorio de jinetes salvajes de la ficción. ¿Te suena el Mar Dothraki de ‘Juego de Tronos’? Pues esas llanuras infinitas no están en un plató, ya que este paraje de la geografía navarra fue el escenario elegido para dar vida a las tierras de los Dothraki, catapultando su fama a nivel mundial.
¿UN PEDAZO DE ARIZONA EN EL NORTE DE ESPAÑA?
La primera vez que pones un pie en las Bardenas Reales, tu cerebro sufre un cortocircuito. Vienes de cruzar campos de cultivo y pueblos con historia, y de repente, el paisaje se rompe. Te sumerges en un mundo de barrancos, mesetas de cima plana y cerros solitarios que parecen chimeneas de hadas. Es el Lejano Oeste, es el Atlas marroquí, es la Capadocia turca. Es todo eso y, al mismo tiempo, es inconfundiblemente Navarra, porque el contraste entre este paraje semidesértico y la imagen verde de la comunidad foral es brutal.
Este milagro geológico tiene una explicación. Las Bardenas son una cuenca deprimida que ha sido rellenada con sedimentos de las montañas circundantes. El viento y el agua, implacables, han hecho el resto, erosionando los materiales blandos como la arcilla y respetando los más duros como la arenisca. Este proceso ha creado las formaciones caprichosas que hoy vemos, especialmente en la zona conocida como la Bardena Blanca, ya que la erosión diferencial es la responsable de esculpir los famosos «cabezos», cerros aislados de cima plana que salpican el paisaje.
EL DÍA QUE LOS DOTHRAKI CABALGARON POR LA RIBERA NAVARRA
Los productores de ‘Juego de Tronos’ necesitaban un lugar que transmitiera la inmensidad y la dureza del Mar Dothraki, el hogar nómada de Khal Drogo y Daenerys Targaryen. Lo encontraron en las llanuras de la Bardena Blanca. Durante la sexta temporada, miles de extras y jinetes galoparon por este suelo agrietado, transformando este rincón de Navarra en el continente de Essos. Para los fans de la serie, reconocer estas colinas y llanuras en la pantalla fue un impacto que puso a la región en el mapa seriéfilo mundial.
Pero ‘Juego de Tronos’ no fue la primera ni la última en sucumbir a sus encantos. El magnetismo de las Bardenas ha atraído a directores de cine, publicistas y fotógrafos de todo el mundo. Desde películas de James Bond como ‘El mundo nunca es suficiente’ hasta innumerables anuncios de coches que buscan transmitir una sensación de libertad y aventura. La razón de su éxito es evidente: el paisaje ofrece una estética limpia, grandiosa y atemporal que funciona como un lienzo perfecto para cualquier historia que se quiera contar. Un verdadero plató de cine en el corazón de Navarra.
CASTILDETIERRA, EL VIGÍA DE ARCILLA QUE SE RESISTE A CAER
Si hay una imagen que define las Bardenas Reales, es la del cabezo de Castildetierra. Es una formación casi perfecta, una columna de arcilla coronada por una losa de arenisca que la protege de la erosión como un sombrero. Se alza solitario en medio de la llanura, vigilante, como una escultura imposible modelada por un gigante. Es el punto de peregrinación de todos los visitantes, el lugar donde la cámara no descansa, porque Castildetierra se ha convertido en el símbolo indiscutible de este desierto de Navarra y en un icono del turismo navarro.
Pero su belleza esconde un drama silencioso. Castildetierra es increíblemente frágil. La misma erosión que lo creó lo está destruyendo lentamente. Cada lluvia, cada ráfaga de viento, le roba un puñado de arena. Los geólogos advierten que su colapso es inevitable; no es una cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo. Esta fragilidad le añade un aura de urgencia y melancolía, ya que la certeza de que un día desaparecerá para siempre nos obliga a contemplarlo con un respeto aún mayor.
MANUAL DE SUPERVIVENCIA PARA EXPLORAR EL DESIERTO
Explorar este territorio exige seguir unas reglas básicas, tanto por tu seguridad como por la conservación del entorno. La primera: elige bien la época. El verano aquí es sofocante, con temperaturas que superan fácilmente los 40 grados. Las mejores estaciones son la primavera y el otoño, cuando la luz es mágica y el clima, más amable. El parque está surcado por pistas señalizadas que puedes recorrer en coche, en BTT o a pie, ya que las rutas permitidas están claramente marcadas y salirse de ellas está prohibido para proteger el ecosistema.
Es fundamental llevar agua en abundancia, protección solar y un mapa. No hay fuentes ni sombras donde cobijarse. Y hay que ser consciente de que estás en un espacio protegido, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO. El respeto debe ser máximo. Además, una parte del territorio de Navarra es un polígono de tiro del Ejército del Aire, un detalle que añade un punto de misterio, aunque las zonas de visita son completamente seguras. Lo importante es entender que no eres un simple turista, sino un invitado en un ecosistema de un valor incalculable. Una visita a esta zona de Navarra es una lección de humildad.
EL SILENCIO QUE HABLA: LA OTRA CONQUISTA DE NAVARRA
Lo que de verdad te llevas de las Bardenas no cabe en una fotografía. Es la sensación de inmensidad, el silencio casi absoluto, solo roto por el silbido del cierzo. Es sentirte pequeño y expuesto en un paisaje que parece indiferente a tu presencia. Es una experiencia que te vacía por dentro para luego llenarte de una calma extraña. En un mundo saturado de ruido, el silencio sobrecogedor de este paisaje es el mayor tesoro que ofrece esta tierra de contrastes. Es la otra cara del fértil reino de Navarra.
Al final, un viaje a las Bardenas Reales es una lección sobre el tiempo y la paciencia. Te enseña cómo la naturaleza, sin prisa pero sin pausa, puede crear y destruir la belleza más sobrecogedora. Te marchas de allí con la retina llena de imágenes imborrables y la certeza de haber estado en un lugar que no se parece a ningún otro. Es el secreto mejor guardado de Navarra, un desierto que, paradójicamente, es una de las experiencias más vivas y memorables que se pueden tener.