Valle Salvaje es, sin lugar a dudas, una de esas producciones que han conseguido seducir a muchos espectadores gracias a una historia cargada de pasiones desbordantes, secretos familiares, y un fondo en el que se presenta una tradición moderna. El estreno de la tercera temporada, que se emitió el miércoles 27 de agosto, ha confirmado esta capacidad de conseguir que los episodios se conviertan siempre en un evento colectivo.
UN FUNERAL ENTRE PROHIBICIONES Y SECRETOS

La atmósfera en la Casa Grande es espesa, cargada de un luto que en lugar de unir a los Gálvez de Aguirre, los separa aún más. José Luis, indefectible patriarca, toma la determinación de ejercer su poder protegiendo la entrada de Alejo y Mercedes en el funeral de Julio. La exclusión en un momento de extrema tristeza es un término revelador, señala que entre ellos la nombra y la herida abierta prevalecen por encima de la sangre compartida. No se trata de una orden caprichosa, sino que para el duque ambos son traidores cuya presencia estropearía el despedir de su primogénito.
Esa determinación, no obstante, prende alarmas en Victoria, que teme que tanta rigidez acabe por volverse contra su esposo y contra la imagen del clan. La tensión se duplica cuando Rafael, que es siempre imprudente y fiel a su hermano, decide empujar a Alejo a desafiar la orden. En Valle Salvaje, la rebeldía no es un gesto juvenil, sino una estrategia de autorresponsabilidad frente al autoritarismo. Así es como Alejo elabora una estrategia para colarse entre los asistentes y darle el último adiós a su hermano, aun a sabiendas de que la osadía le puede costar caro.
Mientras la familia se desmorona, Úrsula encuentra la situación como la oportunidad para llevar a cabo su farsa. Al alcance y del conocimiento de todos, se queda triste, hace de las lágrimas su propio ruego y reclama compasión. El duelo se convierte, para ella, en la mejor situación para hacer la mejor de las actuaciones de su vida. Pero contra todo su esfuerzo, Rafael la desprecia con actitud fría: él no ignora que está implicada en los hechos que llevaron a la muerte de Julio.
La actriz dentro de la ficción hace en este episodio el papel de la mujer que llora por el hombre que ella misma ha contribuido a destruir. Al mismo tiempo, la relación entre Bárbara y Leonardo es un aparente remanso de paz. Pero la sombra de Irene se proyecta hoy también con fuerza. La hermana de Julio, arrasada por la tragedia, necesita apoyos firmes para sostenerse en medio de la tempestad.
CONFESIONES INESPERADAS EN VALLE SALVAJE

La muerte de Julio no trajo consigo la paz, sino toda una retahíla de recriminatorias. José Luis no es capaz de aceptar la tragedia como un accidente o con la resignación trágica del destino y atribuye a Adriana y a Rafae los modos, el enraizamiento de todas las disposiciones asumidas por la familia. Un culpable es más necesario que la necesidad de consolarse en la Casa Grande y el patriarca jura que pagarán lo que hicieron, produciendo una tormenta que puede hacer naufragar las frágiles relaciones familiares que todavía van quedando.
El lastre de la culpa en Valle Salvaje se despliega sobre todo sobre Rafael. Desde los primeros pasajes del capítulo, se manifiesta impotente para desprenderse de su idea de que pudo hacer más por salvar a su hermano y su experiencia de la responsabilidad en ocasiones es incluso más devastadora que la pérdida: en la alzada, Pedrito (Iván Renedo) lleva a cabo una confesión inesperada, descubriéndonos cosas que no sabíamos de Julio y de lo que sentía antes de fallecer, y que aumentan el peso de la culpa.
Úrsula, en cambio, continúa divirtiéndose a causa del dolor ajeno. Grita a Rafael para que le deje ir con él al sepelio, pero sus lágrimas suenan como vacías, incapaces de conmover a los que ya tienen una sospecha de sus verdaderas intenciones. En la fábula de Valle Salvaje las máscaras emocionales van cayendo siempre en los momentos de mayor clímax. Y ese funeral, mezclando pena y odio, se convierte en un escenario que permite balconear a aquellos y aquellas que extraen un beneficio de la tragedia.
En medio del descontrol, la pregunta central de la historia sigue sin encontrar respuesta clara: ¿quién es el responsable de la muerte de Julio? La serie disfruta del «suspense» por la ambigüedad, manteniendo las sospechas de varios personajes en el aire. El «suspense» no se resuelve en el funeral, se multiplica con cada nueva revelación. La promesa de José Luis de que va a ejercer la justicia y la confesión de Pedrito funcionan a modo de «ganchos narrativos» para garantizar que los públicos vuelvan, una noche más, para asomarse al abismo de Valle Salvaje.
UN FUTURO MARCADO POR LA VENGANZA

Si hay algo que ha definido a Valle Salvaje desde su inicio es su capacidad de convertir cada vuelta, cada giro, en otra vuelta de tuerca hacia una nueva trama. La muerte de Julio no supone un cierre, sino más bien el impulso para un ciclo aún más intenso. La venganza se va revelando como el nuevo eje sobre el que gira la historia. José Luis, herido hasta el fondo, no dudará en moverse para hacer justicia a su forma. Eso sí, su mirada no distingue entre culpables verdaderos o imaginados porque para él sólo existe la forma de poder señalar enemigos para castigar el árbol de las traiciones.
La fragmentación en la familia Gálvez de Aguirre parece ya definitiva. Alejo, atrapado en la necesidad de despedirse de su hermano a cualquier precio, se enfrenta a un padre que lo detesta. Mercedes, yuxtapuesta de la familia, sufre por extensión el mismo castigo. La Casa Grande, símbolo de poder, de dosis desmesurada y de tradición, se transforma en un espacio de extrañamiento más que de refugio. Esa forma del espacio familiar contribuye a reforzar la idea de que la lucha por pertenecer o la lucha por ser expulsado del clan es tan dramática o violenta como cualquier enfrentamiento enfrentado en la exterioridad. El linaje en esta serie no se hereda: se disputa.
De hecho, en lo que respecta a la esfera emocional, Irene se perfila como un rol fundamental para el avance de la temporada. Su aflicción palpable contrasta evidentemente con la falsedad del personaje de Úrsula y con la rabia ciega de José Luis. El duelo femenino contrapone el ímpetu de la brutalidad patriarcal. En sus movimientos, el público descubre la sinceridad que se les niega en otros personajes, lo que la podrá convertir en la mujer de la cual se espera la fuerza para aglutinar a los descoyuntados o, al menos, la mujer que pueda exteriorizar el lamento.
La acción del próximo episodio, previsto para el 28 de agosto (jueves), hace ver que las tensiones no pararán de aumentar, los secretos aún no han acabado de hacerse visibles y la sombra de Julio irá continuo proyectándose en cada una de las decisiones de los personajes. El duelo en Valle Salvaje no es un estado limitado, sino que representa una herida que marcará la política y marcha de todos los personajes de aquí en lo sucesivo. Lo que empieza siendo un funeral finalizará en una guerra abierta por el sentimiento, el poder y la supervivencia.