martes, 26 agosto 2025

¿Cambios de formas o retroceso histórico? La Generación Z redefine la forma de comunicarse y vincularse

Cada generación estuvo atravesada por sus propios códigos y maneras de relacionarse. Los baby boomers crecieron con la televisión como ventana al mundo, mientras que la generación X se encontró con la revolución tecnológica de los años noventa. Hoy, en pleno siglo XXI, la Generación Z vive rodeada de pantallas y dispositivos, con un lenguaje propio y una manera de vincularse atravesada por lo digital.

Un corazón, una carita sonriente o un simple pulgar arriba pueden transmitir lo que antes requería largas frases. La comunicación ya no se limita a las palabras: los emojis, la mensajería instantánea y, más recientemente, la inteligencia artificial, se convirtieron en los protagonistas de la vida social de los más jóvenes. La transformación de la Generación Z fue analizada por la ciencia, y detrás de cada gesto digital hay un mundo de significados que habla tanto de la intimidad como de los cambios culturales de nuestro tiempo.

Publicidad

3
Phubbing: cuando el móvil se interpone en las relaciones

Fuente: agencias

Pero no todo es positivo en este ecosistema digital. El fenómeno del phubbing, que consiste en ignorar a quien está presente para mirar el teléfono, se ha convertido en una fuente de conflicto en las relaciones personales. Para la Generación Z, que convive con el móvil desde la infancia, este hábito puede ser casi automático.

Un trabajo publicado en Nature Human Behaviour en 2024 reveló que la sensación de ser ignorado por el móvil —el “feeling phubbed”— reduce la satisfacción en las relaciones, especialmente entre los hombres, quienes reportan sentirse desplazados por el dispositivo de su pareja.

La Universidad de Gante, en Bélgica, reforzó esta idea en un estudio multimétodo: el phubbing no solo aumenta el conflicto por el uso del smartphone, sino que también impacta en la calidad percibida de la relación. Sin embargo, los investigadores aclaran que el efecto depende de cómo cada pareja negocie y perciba ese uso. No hay un “umbral único” de tiempo frente a la pantalla que deteriore el vínculo, sino diferentes tolerancias según los acuerdos que se establezcan.


Publicidad