En los últimos meses, un estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) encendió una alarma global. Los investigadores descubrieron que la actividad cerebral se redujo en un 47% entre quienes escribieron con ayuda de inteligencia artificial, como ChatGPT, frente a aquellos que realizaron la tarea de forma autónoma. El dato no solo sorprendió a la comunidad científica, sino que también reavivó el debate sobre el impacto de estas tecnologías en la salud mental.
Las conclusiones preliminares, aún pendientes de revisión por pares, plantean un desafío urgente: **¿estamos debilitando nuestro cerebro al delegar funciones cognitivas a la inteligencia artificial? La pregunta cobra especial relevancia en un contexto donde *niños*, adolescentes y adultos interactúan a diario con herramientas digitales sin medir realmente sus consecuencias.
5¿Cómo proteger nuestro cerebro en la era de la inteligencia artificial?

Más allá de las advertencias, los especialistas coinciden en que el impacto de la inteligencia artificial dependerá en gran medida de cómo la usemos. El cerebro, como cualquier otro órgano, requiere entrenamiento, esfuerzo y cuidado. No se trata de rechazar la tecnología, sino de integrarla con sentido crítico y equilibrio. Entre las recomendaciones para preservar la salud cerebral destacan:
- Alternar el uso de inteligencia artificial con actividades de aprendizaje autónomo.
- Ejercitar la memoria, el pensamiento crítico y fomentar la creatividad sin mediación tecnológica.
- Priorizar la interacción social real y el contacto humano frente a vínculos digitales.
- Dormir bien, mantener una dieta saludable y realizar ejercicio físico regular.
- Reducir el multitasking y la exposición excesiva a pantallas.
Amen resume la idea en una pregunta sencilla: “¿Esto es bueno para mi cerebro o malo para él?”. Si cada usuario lograra hacerse esta pregunta antes de delegar una tarea en la inteligencia artificial, probablemente evitaría caer en la pasividad peligrosa.
El surgimiento de vínculos emocionales con inteligencias artificiales también preocupa. La posibilidad de que jóvenes o adultos prioricen la compañía de una IA sobre relaciones humanas reales puede limitar su desarrollo emocional y debilitar sus destrezas sociales. En contextos de soledad, este riesgo se multiplica.