En los últimos meses, un estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) encendió una alarma global. Los investigadores descubrieron que la actividad cerebral se redujo en un 47% entre quienes escribieron con ayuda de inteligencia artificial, como ChatGPT, frente a aquellos que realizaron la tarea de forma autónoma. El dato no solo sorprendió a la comunidad científica, sino que también reavivó el debate sobre el impacto de estas tecnologías en la salud mental.
Las conclusiones preliminares, aún pendientes de revisión por pares, plantean un desafío urgente: **¿estamos debilitando nuestro cerebro al delegar funciones cognitivas a la inteligencia artificial? La pregunta cobra especial relevancia en un contexto donde *niños*, adolescentes y adultos interactúan a diario con herramientas digitales sin medir realmente sus consecuencias.
4El impacto silencioso en la salud mental

El estudio del MIT llega en un contexto alarmante. Diversos organismos internacionales señalan que las nuevas generaciones enfrentan niveles inéditos de problemas de salud mental. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el 58% de las adolescentes estadounidenses asegura sentirse persistentemente tristes, un 32% ha pensado en suicidarse, el 24% lo ha planificado y el 13% lo ha intentado.
Daniel Amen considera que estas cifras reflejan el costo de introducir tecnologías como redes sociales y teléfonos inteligentes sin estudios previos sobre su impacto cerebral. Y teme que la inteligencia artificial tenga un efecto aún más profundo. “Estamos lanzando al mercado herramientas muy atractivas sin medir sus consecuencias. Esto no tardará veinte o treinta años en mostrarse: los efectos se verán en cinco”, afirmó.
A esto se suma otro dato preocupante: casi el 30% de los padres en Estados Unidos asegura que sus hijos ya utilizan inteligencia artificial en procesos de aprendizaje. En el Reino Unido, más de la mitad de los padres teme que sus hijos se vuelvan dependientes de estas herramientas.