En cuestión de una década, el movimiento más cotidiano de millones de personas en todo el mundo no ha sido dar un paseo, ni siquiera abrir un libro. Ha sido deslizar un dedo sobre la pantalla. El scroll de TikTok e Instagram se ha convertido en el gesto universal de nuestro tiempo.
Detrás de ese gesto aparentemente inofensivo se esconde una transformación profunda en la forma en que miramos, pensamos y recordamos. La irrupción de los vídeos cortos de TikTok, reels de Instagram y shorts de YouTube está reconfigurando nuestro cerebro con efectos que los científicos comienzan a comparar con el consumo excesivo de alcohol.
1TikTok: Un golpe de dopamina en segundos

El atractivo de TikTok y sus competidores reside en su fórmula: vídeos breves, llamativos y fáciles de consumir. Cada pieza dura apenas unos segundos, pero es suficiente para activar un pico de dopamina, el neurotransmisor asociado al placer y la recompensa.
Según un estudio reciente, esta repetida estimulación provoca que el cerebro se acostumbre a recibir gratificaciones rápidas. De esta manera, el usuario queda atrapado en un ciclo de búsqueda constante de estímulos inmediatos. En los casos más extremos, advierten los especialistas, los daños podrían superar incluso a los provocados por una ingesta masiva de alcohol.
La lógica es sencilla y preocupante: cuanto más tiempo se dedica al scroll infinito, más difícil resulta tolerar actividades que exigen paciencia, reflexión o concentración, como leer un libro, asistir a una película o estudiar durante horas.