jueves, 21 agosto 2025

Diego Seroe (41), agricultor de Valencia lo desvela: «Por esta razón los tomates de ahora no saben a nada, y la explicación duele mucho

• Los tomates se maduran artificialmente en cámaras con gas etileno, un proceso que cambia su color pero no desarrolla su sabor ni su aroma natural.
• Para encontrar tomates con sabor auténtico, la clave es buscar productores locales o mercados de proximidad que vendan producto madurado en la mata.

Un agricultor de Valencia ha puesto sobre la mesa una verdad que duele y que explica por qué ese tomate que compras, tan rojo y perfecto, sabe a cartón. El debate siempre ha estado ahí, en la sobremesa, en el mercado, pero ahora una voz experta del campo nos da la clave. Y no, no tiene nada que ver con lo que siempre has pensado, la clave no está en los químicos que se le echan, sino en algo que ocurre mucho antes. ¿Estás preparado para descubrir el secreto que la gran industria alimentaria prefiere que no sepas?

La decepción es un plato que se sirve frío, como esa ensalada de verano que preparas con toda la ilusión y que se queda en nada. Compras tomates que parecen sacados de un anuncio, con un color que grita «cómeme», pero al probarlos… agua. Un veterano de la huerta valenciana lo confirma, el verdadero culpable es un proceso logístico diseñado para la durabilidad, no para el placer de nuestro paladar. Sigue leyendo, porque entender esto cambiará para siempre tu forma de hacer la compra.

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EL RECUERDO PERDIDO: ¿DÓNDE FUE A PARAR EL SABOR DEL TOMATE?

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Cierra los ojos un momento y piensa en el tomate de tu infancia. Ese que cortaba tu abuela, que olía a campo, que llenaba la cocina con su aroma antes incluso de probarlo. Ese recuerdo es el origen de la frustración actual que sentimos en la frutería. Este producto de la tierra nos demuestra que esa experiencia sensorial casi ha desaparecido de los supermercados convencionales. Nos hemos acostumbrado a una versión descafeinada, a un sucedáneo sin alma que solo cumple en lo estético.

La industria nos ha vendido una idea de perfección que es, en realidad, una trampa para nuestros sentidos. Un tomate sin imperfecciones, de un rojo uniforme y una firmeza que aguanta semanas en la nevera es el estándar actual. Sin embargo, en esta búsqueda de la hortaliza perfecta de Valencia, hemos sacrificado el sabor y el aroma a cambio de una apariencia perfecta y una vida útil más larga. Es el precio que pagamos por la comodidad y la disponibilidad constante, los doce meses del año.

¿SON LOS PESTICIDAS? LA PISTA FALSA QUE TODOS SEGUIMOS

Es muy fácil echarle la culpa a «los químicos». Se ha convertido en el cajón de sastre donde metemos todo lo que no nos gusta de la agricultura moderna. Y aunque el uso de pesticidas es un debate necesario, en el caso del sabor del tomate es una cortina de humo. Como nos confirma este agricultor valenciano, la pérdida de sabor se debe a una decisión estratégica en la cadena de producción, no a los tratamientos fitosanitarios. Es una cuestión de tiempos, no de venenos.

La prueba definitiva es que puedes gastarte un dineral en un tomate de cultivo ecológico y llevarte la misma decepción a casa. Si ese tomate, por muy orgánico que sea, ha seguido la misma cadena logística que uno convencional, el resultado será idéntico. Por eso, comprar un tomate ecológico no garantiza el sabor si ha sido recolectado verde y madurado artificialmente. El problema es mucho más profundo y tiene que ver con el viaje que hace desde la mata hasta tu plato.

EL VIAJE QUE LO CAMBIA TODO: EL SECRETO ESTÁ EN EL MOMENTO DE LA RECOGIDA

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Imagínate un tomate que debe viajar cientos, o miles, de kilómetros y pasar por almacenes y supermercados antes de llegar a ti. Si se recogiera maduro, rojo y jugoso, llegaría hecho puré. Por eso la industria tomó una decisión drástica hace décadas. Tal y como nos explica el experto, el tomate se recoge mucho antes de su punto óptimo de maduración para que aguante semanas de transporte y almacenamiento. Lo arrancan de la planta cuando aún es una bola verde y dura como una piedra.

En contraposición, está el método tradicional, el del tomate «madurado en la mata». Este es el que comían nuestros abuelos, el que se recogía para consumir en el día o, como mucho, al día siguiente. Un agricultor de la región de Valencia sabe que un tomate que madura en la planta recibe nutrientes y azúcares hasta el último momento, algo imposible en el sistema industrial. Ahí, conectado a sus raíces, es donde ocurre la magia, una magia que le robamos al cortarla de raíz.

LA CIENCIA DEL SABOR ROBADO: QUÉ OCURRE DENTRO DE UN TOMATE DE SUPERMERCADO

El sabor de un tomate es una sinfonía complejísima de azúcares, ácidos y más de 30 compuestos volátiles que generan su aroma característico. Estos componentes se crean durante el proceso de maduración natural, mientras el fruto recibe la luz del sol y los nutrientes de la planta. Según la ciencia, los compuestos volátiles responsables del aroma se desarrollan principalmente en la fase final de maduración en la planta. Si lo cortas antes, ese proceso se interrumpe para siempre.

Entonces, ¿cómo consiguen que ese tomate verde se ponga rojo? Mediante un truco. Los tomates se almacenan en cámaras de maduración y se les rocía con gas etileno, una hormona vegetal que induce el cambio de color. Pero es solo un maquillaje. El experto de Valencia lo deja claro, el gas etileno solo cambia el color de la piel, pero no puede replicar la compleja bioquímica del sabor que ocurre de forma natural. Pinta la fachada, pero el interior sigue vacío.

¿HAY ESPERANZA? LA GUÍA PARA VOLVER A ENCONTRAR UN TOMATE DE VERDAD

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La solución no está en las grandes superficies, sino en volver al origen. Se trata de buscar canales de venta cortos, donde el tiempo entre la recolección y el consumo sea mínimo. Tienes que buscar en mercados locales y fruterías de barrio que trabajen con productores cercanos. En definitiva, la solución pasa por acortar la distancia entre el campo y la mesa, buscando productores que prioricen el sabor sobre la logística. Es el triunfo del kilómetro cero frente a la globalización insípida.

No se trata de demonizar el sistema, sino de ser un consumidor consciente que exige más. La próxima vez que tengas un tomate insípido en tu plato, recuerda este viaje. Recuerda que su falta de sabor no es casualidad, sino el resultado de un sistema que ha priorizado la durabilidad por encima de todo lo demás. La buena noticia es que el poder está en tu cesta de la compra y, tras leer esto, ya sabes que redescubrir el sabor auténtico de un tomate es una pequeña rebelión contra un sistema que a menudo olvida que la comida debe ser, ante todo, un placer.


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