Pocas cosas hay tan socorridas como tener sobras de pollo en la nevera, pero el simple gesto de recalentarlo puede convertir una solución rápida en un problema de salud mayúsculo. La clave está en que un calentamiento desigual deja zonas frías donde las bacterias campan a sus anchas, un riesgo que la mayoría ignoramos por completo. Parece mentira que calentar esas sobras de forma incorrecta nos ponga en jaque, pero es una realidad que los expertos no se cansan de repetir.
Ese pitido del microondas que anuncia que la comida está lista podría ser, en realidad, una cuenta atrás para el desastre. Y es que este electrodoméstico, tan presente en nuestros hogares, a menudo no alcanza la temperatura interna homogénea necesaria para eliminar patógenos peligrosos como la salmonela. ¿Significa esto que debemos renunciar a las sobras? Para nada, pero darle una segunda vida a la comida de forma segura requiere conocer los secretos que te vamos a desvelar.
EL ENEMIGO INVISIBLE QUE ACECHA EN TU NEVERA
La confianza es el peor enemigo en la cocina, sobre todo con el pollo. De hecho, la salmonela y la Campylobacter son dos de las bacterias que pueden sobrevivir si no se alcanza una temperatura interna uniforme de al menos 75 °C en todo el alimento. Por eso, calentar el pollo a medias es una auténtica ruleta rusa para tu sistema digestivo, un juego en el que tienes todas las de perder.
El problema, además, se agrava cuando el pollo cocinado se deja a temperatura ambiente durante demasiado tiempo antes de guardarlo. Ese intervalo es conocido como la «zona de peligro», ya que entre los 4 °C y los 60 °C es cuando los microorganismos se multiplican a una velocidad vertiginosa. Gestionar bien las sobras de la cena es el primer paso para una reconsumición segura al día siguiente.
¿POR QUÉ EL MICROONDAS PUEDE SER TU PEOR ALIADO?

Casi todos lo usamos a diario, pero pocos saben cómo funciona realmente. El microondas calienta de forma irregular, creando puntos calientes y fríos, y es que las ondas no penetran de manera uniforme en alimentos densos como la carne, dejando refugios perfectos para las bacterias. La próxima vez que vayas a calentar un plato ya cocinado, piensa que el centro podría seguir siendo un foco de riesgo a pesar de que los bordes quemen.
Más allá del riesgo bacteriano, hay otro factor que quizá has notado. Al someter el pollo a este proceso de calentamiento rápido y desigual, la composición de sus proteínas se altera, lo que puede provocar una textura gomosa y dificultades digestivas. Aunque esto no te mande al hospital, sí que arruina por completo la experiencia de disfrutar de la comida del día anterior, convirtiendo un manjar en algo bastante desagradable.
LA FORMA CORRECTA QUE PODRÍA SALVARTE DE UN SUSTO

Olvídate de las prisas y vuelve a los básicos: el horno o la sartén son tus mejores amigos. Si vas a recalentarlo en el horno, precaliéntalo a unos 175 °C y dale tiempo, ya que un calentamiento lento y progresivo garantiza que el calor llegue al corazón del alimento de manera uniforme. Si prefieres la sartén, un chorrito de aceite o caldo y fuego bajo-medio harán maravillas para atemperar las sobras.
¿Quieres una garantía total? La tecnología está de tu parte. Un termómetro de cocina es una inversión mínima para una tranquilidad máxima, porque la única certeza de que un alimento es seguro es que su interior haya alcanzado los 75 °C de manera sostenida. Pincha en la parte más gruesa del pollo sin tocar el hueso; cuando el termómetro marque esa cifra, podrás respirar tranquilo y disfrutar de tu comida preparada.
ERRORES COMUNES QUE TODOS COMETEMOS (Y DEBEMOS EVITAR)

El primer fallo, y uno de los más extendidos, es dejar que el pollo se enfríe por completo sobre la encimera antes de meterlo en la nevera. Los expertos son claros: no se debe dejar un plato cocinado a temperatura ambiente durante más de dos horas para evitar la proliferación bacteriana. Lo ideal es guardarlo en un recipiente hermético en cuanto deje de quemar, sin necesidad de que esté completamente frío antes de refrigerarlo.
El segundo pecado capital es la doble vida de las sobras. Cada vez que enfrías y calientas el pollo, le das una nueva oportunidad a las bacterias para multiplicarse, de modo que la norma de oro de la seguridad alimentaria es que nunca deberías recalentarlo más de una vez. Cocina, enfría, guarda, calienta una sola vez y lo que sobre de esa segunda tanda, por desgracia, debe ir a la basura.
MÁS ALLÁ DEL POLLO: ¿QUÉ OTROS ALIMENTOS SON «DE ALTO RIESGO»?

El arroz es, sorprendentemente, uno de los mayores culpables de intoxicaciones alimentarias. El problema no es el calentamiento en sí, sino que la espora de la bacteria Bacillus cereus puede sobrevivir a la cocción y multiplicarse si el arroz se deja a temperatura ambiente. Calentar un plato ya hecho que contenga arroz no eliminará las toxinas que esta bacteria haya podido generar, así que la clave está, de nuevo, en la refrigeración rápida.
La cocina, al final, es una mezcla de ciencia y sentido común. Otros alimentos como las patatas, las espinacas, los champiñones o los huevos también requieren un manejo cuidadoso, ya que adoptar la costumbre de calentar bien los alimentos no solo protege nuestra salud, sino que también nos permite disfrutar de las sobras con total tranquilidad. Un pequeño gesto como darle un último calentón de la manera adecuada marca una diferencia abismal en tu cocina.