La novela televisiva confirma su inexorable capacidad para sorprender y mantener en ascuas a la audiencia; el último capítulo de Valle Salvaje ha llegado como un auténtico terremoto narrativo que deja a los espectadores sin respiración. Lo que hace unas semanas era un drama rural anclado en la disputa por unas tierras se ha convertido en una lucha puramente por el poder, la identidad y la verdad. La revelación de Adriana y Rafael no solo ha removido del fondo de la Casa Grande los secretos que la habitan, sino que ha abierto un horizonte totalmente nuevo para el valle.
2LA CAÍDA CON FISURAS EN EL PODER DEL DUQUE

Si hay algo que este episodio ha dejado claro es que el poder del duque y de Victoria ya no es indiscutible. El desmayo de Victoria en pleno clímax de tensión equivale como ningún otro símbolo a la fragilidad de un liderazgo que se crea a inexorabilidad. Su colapso físico hace palpable la lesión moral y emocional de una familia que no es capaz de conservar su secreto debido a la misma presión que los tiempos de antaño.
El duque, por su parte, queda más acorralado que nunca y no llega a reaccionar como un hombre seguro sino como alguien que cómo percibe pierde el control, como si la autoridad que desplegaba como una pérdida sobre el valle, comienza en su mente a desmoronarse, muy a su pesar, bajo las ruinas de sus mentiras. Este desmoronamiento es, además, el medio perfecto para que comiencen poco a poco a tomar el protagonismo los personajes secundarios que también él tiene su historia.
Leonardo, con su confesión a Irene acerca de la sinceridad mostrada a Bárbara, introduce, además, una nueva fisura en esas células de relaciones que se ven afectadas por la llegada de nuevos secretos que ya no le pertenecen únicamente a los grandes señores. Los secretos comienzan a multiplicarse entre los secundarios, lo que aporta matices a la historia y va elevando la tensión dramática.