La experiencia de un guardia civil en un control de carretera va mucho más allá de la fría lectura de un alcoholímetro. Hay un lenguaje no verbal, una serie de señales sutiles que un conductor emite sin darse cuenta y que para un agente experimentado son un libro abierto, pues la forma en que reaccionas al ver las luces azules puede delatarte mucho antes de soplar. Es el instinto forjado en miles de noches de patrulla.
Pocos conductores saben que, incluso dando un rotundo 0,0 en la prueba, pueden estar en serios problemas. Un veterano de la Benemérita lo confirma: hay comportamientos que encienden todas las alarmas y que son indicativos de que algo no va bien al volante, ya que la conducción errática o un nerviosismo excesivo son síntomas de que las facultades están mermadas, sea por alcohol o por otras sustancias.
MÁS ALLÁ DEL SOPLIDO: EL OJO CLÍNICO DEL AGENTE

Antes incluso de dar el alto a un vehículo, el agente ya está analizando. La forma en que un coche toma una rotonda, si duda al incorporarse a una vía o si reduce la velocidad de forma brusca e injustificada son las primeras pistas. Un conductor sobrio y seguro actúa con fluidez, mientras que los patrones de conducción antinaturales son la primera señal de alerta para una patrulla.
Este «sexto sentido» no es magia, sino el resultado de años viendo de todo en el asfalto. Es la capacidad de detectar lo que se sale de la norma, de identificar al conductor que no está en plenas facultades. Para estos profesionales, la experiencia es la herramienta más fiable para saber cuándo un conductor representa un peligro potencial, independientemente de lo que diga la máquina.
LA CONDUCCIÓN «DEMASIADO PERFECTA» QUE LEVANTA SOSPECHAS

El conductor que circula a 30 km/h en una vía de 50, que se pega de forma milimétrica a la línea derecha o que agarra el volante con una rigidez extrema, está enviando un mensaje claro: «estoy concentrándome demasiado». Paradójicamente, la precaución excesiva puede ser un síntoma de que el conductor no confía en sus propios reflejos y está sobrecompensando una falta de capacidad.
Esta conducción robótica, sin la naturalidad de quien se siente cómodo al volante, es una de las señales más reveladoras. Un agente de la Agrupación de Tráfico sabe que un conductor normal es fluido, relajado. En cambio, la falta de movimientos suaves y la rigidez corporal delatan un estado de alerta forzado, a menudo provocado por el miedo a ser descubierto en un control.
EL COCHE TE DELATA: PEQUEÑOS GESTOS, GRANDES PISTAS

El momento de entregar la documentación es una prueba de fuego. Tartamudear, tener dificultades para sacar la cartera del bolsillo o entregar el carné de la biblioteca en lugar del de conducir son errores clásicos. Para los agentes, la torpeza a la hora de realizar tareas sencillas es un claro indicador de una merma en la coordinación psicomotriz. Son pequeños fallos que, sumados, construyen un caso.
Pero hay más. ¿Por qué la ventanilla del copiloto está un poco bajada en una noche gélida? ¿O por qué la música, que se oía a todo volumen, se apaga de repente? Un agente experimentado sabe interpretar estos detalles, ya que las pequeñas incongruencias, como ventilar el coche en invierno, sugieren un intento de ocultar el olor a alcohol. Son pistas que no aparecen en ningún manual.
CUANDO NO ES ALCOHOL, PERO SIGUE SIENDO UN PELIGRO

El alcoholímetro puede dar negativo, pero la prueba de drogas puede dar positivo. O puede que no sea ninguna de las dos cosas: un conductor bajo los efectos de ciertos medicamentos legales o consumido por el cansancio extremo es un peligro público. Lo que el agente evalúa es la aptitud para conducir, pues la conducción temeraria puede deberse a múltiples factores más allá de las bebidas alcohólicas.
Por eso, dar 0,0 no es un salvoconducto para seguir circulando si el agente observa una incapacidad manifiesta para controlar el vehículo. La ley es clara en este aspecto, y un resultado negativo en la prueba de alcoholemia no exime de una sanción por conducción negligente o temeraria si el peligro es evidente. La seguridad del resto de usuarios de la vía es siempre la máxima prioridad.
EL MEJOR CONSEJO: LA PREVENCIÓN ES LA ÚNICA GARANTÍA

La figura del agente en la carretera no debería verse como una amenaza, sino como un garante de nuestra seguridad. Detrás de cada control, de cada prueba, hay un objetivo superior que todos compartimos. Y es que la finalidad última de su trabajo es evitar una tragedia, no simplemente poner una multa. Cada conductor que sacan de la carretera en mal estado es una vida potencialmente salvada.
Así que la próxima vez que te cruces con un control, recuerda que no se trata de superar una prueba, sino de ser responsable cada vez que te pones al volante. La verdadera prueba no la hace una máquina, la pasamos cada uno de nosotros antes de arrancar el coche. Y en ese examen, como te diría cualquier guardia civil, solo hay una respuesta correcta: si no estás al cien por cien, no conduzcas.