Recibir una multa por aparcar es uno de los pequeños dramas cotidianos que a todos nos ha tocado vivir, pero hay una que duele especialmente por lo injusta que parece. Imagina la escena: vuelves a tu coche, aparcado en una zona con sitios de sobra, y te encuentras con la notificación, la normativa castiga el no respetar las líneas delimitadoras de la plaza, y de repente, el día se tuerce. Es una de esas sanciones que te dejan perplejo y preguntándote qué has hecho mal.
La situación es de lo más común y desconcertante. Has dejado el coche pisando ligeramente la línea blanca, quizás una rueda, sin impedir el paso a nadie y con los dos aparcamientos contiguos completamente vacíos. Pero esa confianza es un error fatal, porque esta denuncia se aplica aunque no obstaculices a otros vehículos. Es una infracción silenciosa, de esas que no esperas, y que te hace pensar que, a veces, las normas se aplican con un celo que roza lo absurdo.
¿CÓMO ES POSIBLE? LA SANCIÓN QUE NADIE ESPERA

El sentimiento de incredulidad es inmediato cuando descubres el papel en el parabrisas. Miras a tu alrededor, compruebas que tu coche no es un obstáculo para nadie, que el aparcamiento está medio vacío y te preguntas quién ha podido tener el tiempo y la falta de empatía para ponerte esta multa. Es un golpe directo a la lógica del conductor, pues la frustración aumenta al ver que hay plazas libres por todas partes. No es una cuestión de civismo, piensas, sino de pura mala suerte.
Este tipo de sanción genera una sensación de indefensión que pocas otras infracciones consiguen. No has ido a 200 por hora ni te has saltado un semáforo en rojo; simplemente has calculado mal por unos centímetros al estacionar. La cruda realidad es que esa pequeña imprecisión te puede costar 80 euros, y el conductor sancionado siente que es una medida puramente recaudatoria. Una multa que, a ojos de quien la recibe, carece de un propósito real más allá de engrosar las arcas municipales.
LA LETRA PEQUEÑA DEL REGLAMENTO QUE TE CUESTA DINERO

Aunque nos parezca una injusticia, esta multa tiene una base legal sólida que muchos desconocen. Todo se remite al Reglamento General de Circulación, concretamente a su artículo 92, que regula las paradas y estacionamientos de una forma bastante estricta. Allí se deja claro que la detención y la parada deben efectuarse de manera que no se entorpezca la circulación, pero la ley obliga a estacionar el vehículo dentro de los límites de la marca vial. No hay lugar a interpretaciones.
El quid de la cuestión es que la norma no distingue entre «molestar un poco» y «molestar mucho». Para la ley, o estás dentro de las líneas o estás fuera. Y si una sola rueda invade el espacio de la plaza contigua o el pasillo de circulación, la infracción ya se ha cometido. Por eso, aunque el agente vea que no causas un problema real, los agentes de la autoridad tienen potestad para multar con solo constatar el hecho. Esta multa es, en esencia, la aplicación literal de la norma.
NO ES SOLO MOLESTAR: LA LÓGICA OCULTA TRAS ESTA DENUNCIA

La pregunta del millón es: ¿qué sentido tiene ser tan estricto si no se causa un perjuicio evidente? La respuesta de las administraciones se basa en un principio de orden y convivencia. Si se permitiera que cada conductor ocupara el espacio a su antojo, el caos sería la norma. El objetivo no es solo castigar al que molesta, sino garantizar el uso equitativo y ordenado del espacio público. Se busca crear un hábito, una disciplina colectiva al aparcar.
Además, lo que para ti es «solo un poquito» puede ser un verdadero quebradero de cabeza para otro. Un mal aparcamiento puede impedir que una persona con movilidad reducida utilice una plaza adaptada cercana o que un vehículo más grande pueda maniobrar con seguridad. Esta multa defiende un bien común, y es que un mal aparcamiento puede dificultar la maniobra a otros conductores, incluso de forma indirecta. Es una medida preventiva para evitar un problema mayor.
¿SE PUEDE EVITAR? TRUCOS Y CONSEJOS PARA LIBRARTE DEL SUSTO

La prevención es, sin duda, la mejor arma contra esta inesperada multa. La prisa es la peor consejera a la hora de aparcar, así que tómate tu tiempo. Utiliza los espejos retrovisores para comprobar que las cuatro ruedas quedan perfectamente encuadradas en tu plaza. A veces, un simple ajuste, moviendo el coche diez centímetros hacia adelante o hacia atrás, marca la diferencia, ya que corregir la posición del coche es la mejor forma de prevenir la denuncia. Es un minuto extra que te puede ahorrar 80 euros.
Pero, ¿qué ocurre cuando las líneas están borradas o la plaza es endiabladamente pequeña por una columna? En esos casos, si recibes una multa, podrías tener motivos para recurrir. Antes de abandonar tu coche, si ves que el estacionamiento es problemático por causas ajenas a ti, saca el móvil y haz varias fotos desde distintos ángulos. Si te llega la notificación, las fotografías del estado de la plaza pueden ser una prueba clave para recurrir, demostrando que era imposible aparcar correctamente.
YA TENGO LA ‘RECETA’: QUÉ HACER AHORA Y CÓMO RECURRIR

Si la prevención ha fallado y ya tienes la multa en tu poder, se abre un dilema: pagar o recurrir. La mayoría de estas sanciones se consideran leves y conllevan una bonificación del 50 % por pronto pago, lo que deja la cantidad en 40 euros. Es una opción tentadora para quitarse el problema de encima, pero tiene una contrapartida importante: el descuento por pronto pago implica la renuncia a presentar alegaciones. Si pagas, admites tu culpabilidad y cierras el caso.
Si decides luchar, debes saber que no será un camino de rosas. El recurso exige presentar un escrito de alegaciones en el plazo indicado, aportando todas las pruebas que tengas, como las fotografías mencionadas. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la palabra del agente prevalece. Para tener éxito, tu argumento debe ser muy sólido, por lo que recurrir la multa exige argumentos sólidos y pruebas que demuestren un error o una circunstancia excepcional que justifique tu estacionamiento.