Existe un rincón de Asturias donde el final del verano no se lamenta, sino que se celebra como la llegada de la temporada más pura y auténtica. Cuando el bullicio de agosto se disipa y la luz del sol adquiere una tonalidad dorada y amable, las montañas de los Picos de Europa emiten una llamada silenciosa que resuena en el alma de quienes buscan algo más que una simple escapada. Es un magnetismo ancestral, una promesa de calma y renovación que se materializa en las orillas de sus lagos glaciares, donde el tiempo parece regirse por el ritmo de las nubes y el eco de los cencerros. Un lugar donde el simple acto de respirar se convierte en una experiencia transformadora.
La promesa es sencilla pero poderosa: un reinicio completo en apenas un día. Es el boca a boca entre los aficionados al senderismo y los amantes de la naturaleza, un secreto a voces que convierte este paraje en un destino de peregrinación en septiembre. No se trata solo de caminar, sino de participar en un ritual de desconexión, donde la cobertura del móvil se desvanece y la única notificación que importa es el cambio de luz sobre las cumbres. En este entorno, la naturaleza ofrece una terapia de choque sin necesidad de diván, un reseteo mental que perdura mucho más allá del viaje de vuelta a casa, dejando una huella imborrable en la memoria.
ASTURIAS EL SANTUARIO NATURAL DONDE EL TIEMPO SE DETIENE
La ascensión a los Lagos de Covadonga es mucho más que un simple trayecto en coche o autobús; es un preludio que prepara el espíritu para la inmensidad que le espera. La carretera, una serpiente de asfalto que se retuerce entre bosques y paredes de roca caliza, actúa como una transición entre el mundo civilizado y el territorio salvaje. Y entonces, tras una curva, aparece. El Lago de Enol se despliega como un espejo de aguas gélidas y profundas, reflejando con una nitidez abrumadora las moles de piedra que lo custodian. La primera bocanada de aire, frío, puro y cargado del olor a tierra húmeda y vegetación de alta montaña, confirma que has llegado a un lugar diferente, un santuario donde la prisa no tiene cabida.
Septiembre es el mes de los entendidos, el momento perfecto para visitar este edén de Asturias. El tiempo aún conserva la clemencia del verano, pero sin los rigores del calor estival ni las multitudes que desdibujan la experiencia en julio y agosto. Es la calma chicha antes de que el otoño tiña de ocres el paisaje, una ventana de oportunidad para disfrutar de la soledad sonora de la montaña. La luz rasante del atardecer alarga las sombras de los picos y dota al entorno de una atmósfera casi mística, un instante mágico en el que el silencio se puede escuchar y la paz se puede tocar con los dedos, justificando cada kilómetro recorrido para llegar hasta aquí.
LA LLAMADA DE LA MONTAÑA: RUTAS PARA TODOS LOS NIVELES
Lo extraordinario de este enclave es su capacidad para acoger a todo tipo de visitantes, desde el montañero experimentado hasta la familia que busca un paseo memorable. La ruta circular que rodea los lagos Enol y Ercina es un clásico infalible, un sendero amable y bien señalizado que permite sumergirse de lleno en el paisaje sin necesidad de una condición física excepcional. El camino transcurre entre praderías de un verdor intenso, salpicadas por las omnipresentes vacas que pastan en libertad, ajenas al asombro de los caminantes. Cada paso regala una nueva perspectiva, una postal viviente que combina el azul del agua, el verde de los pastos y el gris imponente de la roca, creando un recuerdo visual difícil de superar en toda la geografía de Asturias.
Para aquellos con el alma más aventurera, los lagos son solo el punto de partida hacia desafíos mayores. Desde sus orillas nacen sendas que se adentran en el corazón del macizo occidental de los Picos de Europa, rutas que exigen esfuerzo y preparación pero que recompensan con vistas que cortan la respiración. Ascender al Mirador de Entrelagos o aventurarse hacia el refugio de Vegarredonda es elevar la experiencia a otro nivel, es sentir la verdadera dimensión de la cordillera. Este rincón de Asturias ofrece, por tanto, una dualidad perfecta entre la contemplación serena y el desafío físico, permitiendo que cada senderista elija su propia aventura y encuentre su propio límite.
EL SECRETO ESTÁ EN EL AIRE: MÁS ALLÁ DEL EJERCICIO FÍSICO
La frase que resuena entre los habituales de la zona, «el aire te limpia la cabeza en 24 horas», encierra una verdad profunda que va más allá de una simple metáfora. Hay algo en la composición de esta atmósfera de alta montaña, en su pureza y su baja densidad, que parece actuar directamente sobre el sistema nervioso, disipando el ruido mental acumulado en la rutina diaria. Es un efecto casi inmediato, una sensación de claridad que se instala en el pensamiento, como si cada inspiración barriera las preocupaciones y cada espiración dejara espacio para nuevas ideas, un proceso de purificación que se siente tanto a nivel físico como emocional.
Este fenómeno no es casualidad, sino el resultado de un ecosistema único en el corazón de Asturias. La ausencia de contaminación acústica y lumínica, la inmensidad de un paisaje que empequeñece al ser humano y sus problemas, y el propio esfuerzo físico del senderismo se combinan para inducir un estado meditativo. Se trata de una desconexión real y tangible, no una pose para redes sociales. Caminar por estos senderos obliga a centrarse en el presente, en el sonido de tus botas sobre la piedra y en la regulación de tu propia respiración, un ejercicio de atención plena que recalibra el alma y devuelve la perspectiva sobre lo que verdaderamente importa.
COVADONGA: EL PRELUDIO ESPIRITUAL A LA AVENTURA
Es imposible hablar de los Lagos sin mencionar su antesala, el Real Sitio de Covadonga, un lugar cargado de historia, leyenda y una energía muy particular. La visita a la Santa Cueva, con la Santina custodiando la entrada al corazón de la montaña, y la imponente Basílica de color rosado, que emerge entre el verdor del paisaje, conforman una parada obligatoria. Más que un destino puramente religioso, Covadonga es el kilómetro cero emocional de esta experiencia en la naturaleza de Asturias. Funciona como un pórtico sagrado, un lugar que invita a la reflexión y al sosiego antes de emprender la subida hacia las cumbres, preparando al visitante para la belleza sobrecogedora que está a punto de presenciar.
Desde un punto de vista práctico, es fundamental planificar el acceso, ya que durante gran parte del año, incluido septiembre, el tráfico privado a los lagos está restringido para preservar el entorno. El sistema de autobuses que parte desde puntos habilitados como Cangas de Onís no solo es una medida ecológica y necesaria, sino que se convierte en parte de la propia aventura. Delegar la conducción permite disfrutar plenamente del vertiginoso paisaje de la subida, una sucesión de curvas y miradores que anticipan la grandiosidad del Parque Nacional, convirtiendo el trayecto en una experiencia panorámica en sí misma y demostrando la cuidada gestión de este tesoro de Asturias.
GASTRONOMÍA DE ALTURA: EL SABOR QUE RECONFORTA AL SENDERISTA
Una jornada de senderismo por las montañas de Asturias no está completa hasta que el cuerpo recibe su merecida recompensa en la mesa. La gastronomía local es el broche de oro perfecto para un día de esfuerzo físico y contemplación, una cocina de sabores contundentes y honestos, diseñada para reconfortar el cuerpo y el espíritu. Platos como la fabada asturiana, un cachopo de tamaño épico o las carnes de ganaderías locales saben diferente cuando se degustan con el cansancio feliz de la caminata. Y qué decir de sus quesos, con el Cabrales y el Gamonéu como estandartes de una tradición quesera de siglos, cuyo sabor intenso parece concentrar la esencia misma de los pastos de los Picos de Europa.
El ritual gastronómico va más allá de la simple alimentación; es un acto social que completa la inmersión en la cultura local. Escanciar unos culines de sidra en una sidrería de Cangas de Onís o disfrutar de un simple pero delicioso chorizo a la sidra en el refugio de un pueblo cercano es la forma ideal de cerrar el círculo. Son momentos para compartir las anécdotas de la ruta, para revivir las vistas y para sentir cómo la calidez de la hospitalidad asturiana remata un día perfecto. Esta combinación de naturaleza salvaje y placeres sencillos, es la que define en última instancia la magia inigualable de esta tierra, haciendo que la promesa de volver a este paraíso de Asturias sea una certeza. Ya sabes, lo mejor un buen AVE a Asturias o un avión viajando ligero de equipaje.