La comodidad de una red WiFi gratuita en una cafetería o un aeropuerto esconde un peligro que la mayoría desconoce por completo. Te conectas para mirar el correo o las redes sociales y, sin que te des cuenta, un desconocido puede estar leyendo tus mensajes privados en tiempo real, una vulnerabilidad inherente a casi cualquier conexión inalámbrica pública que no esté protegida. Lo peor es que no necesitas ser un objetivo importante ni una celebridad; basta con ser un usuario confiado que busca un respiro en su tarifa de datos. La trampa es sutil, silenciosa y, como hemos podido comprobar, terriblemente efectiva. ¿Crees que a ti no te pasaría?
La demostración de cómo vulnerar una red WiFi en directo fue escalofriante y nos dejó con una sensación de vértigo digital difícil de olvidar. El experto en ciberseguridad, con solo un teléfono móvil y un pequeño dispositivo en el bolsillo, tardó menos de un minuto en ejecutar el ataque, y el hacker clonó la red del local y en menos de un minuto tenía acceso a las contraseñas guardadas en el móvil de la víctima, todo gracias a la confianza ciega en ese punto de acceso gratuito que prometía internet sin coste. Verlo en acción cambia para siempre la forma en que miras esa pequeña icona de la cobertura en tu pantalla. Es un riesgo real que ignoramos cada día.
3NO SOLO ES TU BANCO: LAS FOTOS, LOS MENSAJES Y HASTA TU IDENTIDAD

Mucha gente piensa que el único riesgo al usar una WiFi pública es el robo de los datos bancarios, pero el botín que buscan los delincuentes es mucho más amplio y, a veces, más valioso. Piensa en el acceso a tus redes sociales, tus correos electrónicos personales y de trabajo, tus conversaciones privadas, las fotos de tu galería o incluso la posibilidad de que activen la cámara o el micrófono de tu dispositivo de forma remota para espiarte en tiempo real. El control que pueden llegar a tener es absoluto, una invasión total de la privacidad que va mucho más allá del dinero.
El verdadero peligro de una conexión WiFi insegura es la suplantación de identidad, un calvario personal y burocrático. Con las claves de tu correo electrónico y alguna red social importante, un atacante tiene la llave maestra para empezar a solicitar créditos a tu nombre, contratar servicios o estafar a tus propios contactos haciéndose pasar por ti. Resolver un embrollo de este calibre puede llevar meses o incluso años de peleas con bancos, administraciones y empresas, un desgaste emocional y económico que se podría haber evitado con un simple gesto de precaución antes de conectarse.