La era de los móviles ha desatado una competencia tan encarnizada entre las operadoras de telefonía que las ofertas se han convertido en el pan de cada día para captar nuevos clientes. Recibimos constantes bombardeos publicitarios que nos prometen más por menos, con los gigabytes de regalo como la joya de la corona de estas estrategias comerciales. El reclamo es poderoso y apela directamente a nuestra percepción de estar obteniendo una ventaja única, un chollo irrechazable en un mercado saturado. Sin embargo, detrás de esa generosidad aparente se esconde, en muchas ocasiones, una estrategia meticulosamente diseñada para que nuestra factura mensual acabe siendo más abultada de lo que habíamos previsto inicialmente, una realidad que miles de usuarios descubren cuando ya es demasiado tarde para dar marcha atrás.
Esta práctica, lejos de ser un hecho aislado, se ha sistematizado hasta convertirse en un mecanismo habitual en el sector de las telecomunicaciones. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) lleva tiempo advirtiendo sobre estas tácticas que juegan con la letra pequeña y la confianza del cliente. Lo que se presenta como un obsequio desinteresado no es más que un cebo para modificar nuestros hábitos de consumo o para introducir servicios adicionales de pago de forma casi imperceptible. La sensación de abundancia de datos nos lleva a un estado de relajación, haciendo que bajemos la guardia y aceptemos condiciones que, a medio y largo plazo, benefician exclusivamente a la compañía, transformando un supuesto regalo en una carga económica recurrente y, en la mayoría de los casos, completamente innecesaria.
1EL ANZUELO DORADO: ¿POR QUÉ NOS ATRAEN TANTO LOS GIGAS DE REGALO?

La psicología del consumidor es un campo que las grandes corporaciones estudian al milímetro, y la palabra «gratis» tiene un poder casi hipnótico sobre nuestras decisiones de compra. Cuando un comercial nos ofrece un bono extra de datos sin coste aparente, nuestro cerebro tiende a centrarse exclusivamente en la ganancia inmediata, ignorando las posibles consecuencias futuras. No se trata de una necesidad real de consumo, sino de la satisfacción que produce sentir que estamos obteniendo más valor por nuestro dinero. Esta percepción de oportunidad, nos predispone a ser mucho más receptivos al resto del argumentario de venta y a aceptar el contrato con menos reticencias, convirtiendo el regalo en la herramienta de persuasión más efectiva de la que disponen en las tiendas de telefonía.
Este mecanismo de seducción se refuerza con un entorno de venta diseñado para la decisión rápida y poco meditada. El ruido de la tienda, la presión de otros clientes esperando y un discurso comercial bien ensayado crean el caldo de cultivo perfecto para que no prestemos atención a los detalles cruciales del contrato. El vendedor enfatiza el volumen de gigas, una cifra grande y llamativa, mientras que las condiciones de la promoción quedan relegadas a una cláusula en letra pequeña o a una explicación verbal fugaz. Así, la oferta se convierte en una cortina de humo que oculta los aspectos verdaderamente importantes del servicio que estamos contratando, como las penalizaciones por permanencia o los costes que se activarán una vez finalice el periodo promocional de nuestros flamantes móviles.