La cita con la ITV es, para muchos conductores, un trago amargo que hay que pasar sí o sí. Seamos sinceros: por muy bien que creamos tener el coche, siempre queda una pequeña duda, porque la inspección es un examen sorpresa del que depende que nuestro coche pueda seguir circulando. Esa tensión se palpa en la fila de vehículos, en las miradas serias de los técnicos y en el alivio casi infantil que sentimos al recibir la ansiada pegatina. Pero, ¿y si te dijera que gran parte de ese estrés se debe a fallos absurdos que podrías haber evitado en el parking de tu casa?
Pues bien, un técnico con décadas de experiencia en una estación de inspección lo confirma: la mayoría de los rechazos no vienen de averías graves en el motor o los frenos. Hay un culpable silencioso, un detalle que casi nadie revisa antes de pasar la revisión, porque el fallo más común es un detalle insignificante que cualquiera puede solucionar en su garaje con un coste mínimo. Sigue leyendo, porque conocer este secreto no solo te ahorrará un segundo viaje a la estación, sino también el dinero y el mal rato de un resultado desfavorable que se podía haber evitado con un simple gesto.
5MÁS ALLÁ DE LA MECÁNICA: EL SECRETO ESTÁ EN LA ANTICIPACIÓN

El éxito en la ITV no solo depende del estado del coche, sino también de la planificación. Dejarlo todo para el último día es la receta perfecta para el estrés. La fecha de caducidad de la inspección está bien clara en la pegatina y en la ficha técnica, por lo que no hay excusa para la prisa. Pedir cita con antelación te permite elegir día y hora, y te da un margen de tiempo precioso por si durante tu chequeo previo descubres algo que necesita una visita al taller. Así, evitar la urgencia de una ITV caducada te da tranquilidad y capacidad de reacción ante imprevistos.
Al final, todo se reduce a una cuestión de perspectiva y a un puñado de gestos sencillos. La próxima vez que te toque pasar por la línea de inspección, recuerda este consejo. Tómate ese café, baja al garaje y dedica cinco minutos a tu coche. Revisa esa luz de matrícula, el nivel del limpiaparabrisas y la presión de las ruedas. Puede parecer insignificante, pero ese pequeño acto de previsión es lo que separa la frustración de un rechazo de la satisfacción de colocar la nueva pegatina en el parabrisas, sabiendo que has hecho bien tu parte. Y esa sensación, sin duda, no tiene precio.