El concepto de superalimento nos ha llevado a una búsqueda incesante de semillas y bayas exóticas en los confines del planeta, llenando nuestros carritos de la compra con productos de nombres impronunciables y precios desorbitados. Hemos asumido que lo foráneo es sinónimo de superioridad nutricional, mientras ignoramos auténticas joyas nutricionales que siempre han estado en nuestra despensa, esperando pacientemente a ser redescubiertas. Esta fascinación por lo lejano nos ha hecho olvidar que la verdadera riqueza, la que de verdad importa para nuestra salud y nuestro bolsillo, a menudo se encuentra a la vuelta de la esquina, en el mercado de toda la vida o en las legumbres que comían nuestros abuelos.
Se habla de bombas de omega-3, de proteínas vegetales y de fibra saciante como si fueran descubrimientos recientes llegados de la otra punta del mundo. Sin embargo, existe un alimento profundamente español, humilde en su origen pero de una potencia descomunal, que pone en evidencia a muchas de estas modas importadas. Imaginen por un momento un producto de nuestra tierra, un portento nutricional que ha alimentado a generaciones en silencio, capaz de ofrecer más proteínas que la carne y una dosis de fibra que supera a la avena. Un tesoro que, como bien apuntan los expertos, teníamos en el pueblo y habíamos relegado al olvido por la simple razón de ser nuestro.
5MANUAL DE USO DEL SUPERALIMENTO DEFINITIVO: DE LA HUERTA AL PLATO

Integrar el altramuz en nuestra dieta es sumamente sencillo, pero requiere conocer un par de detalles básicos. Si los compramos secos, es imprescindible dejarlos en remojo durante al menos veinticuatro horas, cambiando el agua varias veces, y luego cocerlos hasta que estén tiernos para eliminar los alcaloides que le confieren su amargor natural. Sin embargo, la forma más cómoda y extendida es adquirirlos ya cocidos y envasados en salmuera. En este caso, el único paso previo a su consumo es enjuagarlos bien bajo el grifo, para eliminar el exceso de sal y dejarlos listos para cualquier preparación.
Una vez listos, su uso es inmediato. Una idea tan simple como efectiva es añadirlos a un potaje de lentejas o garbanzos en los últimos minutos de cocción, enriqueciendo el plato de cuchara de toda la vida con una dosis extra de nutrientes. También se pueden saltear con un poco de ajo y pimentón para crear una guarnición original o un primer plato rápido y delicioso. Redescubrir el altramuz no es solo una moda, es un regreso a la sensatez y al reconocimiento de un patrimonio gastronómico, una oportunidad para nutrirnos mejor con lo que siempre hemos tenido aquí, en casa. Es, en definitiva, la victoria del sentido común sobre el marketing.