El concepto de superalimento nos ha llevado a una búsqueda incesante de semillas y bayas exóticas en los confines del planeta, llenando nuestros carritos de la compra con productos de nombres impronunciables y precios desorbitados. Hemos asumido que lo foráneo es sinónimo de superioridad nutricional, mientras ignoramos auténticas joyas nutricionales que siempre han estado en nuestra despensa, esperando pacientemente a ser redescubiertas. Esta fascinación por lo lejano nos ha hecho olvidar que la verdadera riqueza, la que de verdad importa para nuestra salud y nuestro bolsillo, a menudo se encuentra a la vuelta de la esquina, en el mercado de toda la vida o en las legumbres que comían nuestros abuelos.
Se habla de bombas de omega-3, de proteínas vegetales y de fibra saciante como si fueran descubrimientos recientes llegados de la otra punta del mundo. Sin embargo, existe un alimento profundamente español, humilde en su origen pero de una potencia descomunal, que pone en evidencia a muchas de estas modas importadas. Imaginen por un momento un producto de nuestra tierra, un portento nutricional que ha alimentado a generaciones en silencio, capaz de ofrecer más proteínas que la carne y una dosis de fibra que supera a la avena. Un tesoro que, como bien apuntan los expertos, teníamos en el pueblo y habíamos relegado al olvido por la simple razón de ser nuestro.
4AHORRO Y SALUD: LA ECUACIÓN INTELIGENTE FRENTE A LAS MODAS PASAJERAS

Uno de los argumentos más contundentes a favor del altramuz es, sin duda, su precio. En un mercado inundado por productos con etiquetas de «superalimento» que conllevan un coste elevado, el altramuz emerge como una opción democrática y accesible para todos los bolsillos. Comparar el precio por kilo de los altramuces, ya sea secos o en salmuera, con el de las semillas de chía importadas, resulta casi insultante. La diferencia de coste es abismal, lo que demuestra que cuidar la salud y alimentarse de forma óptima no tiene por qué ser un lujo reservado a unos pocos. Optar por el altramuz es una decisión inteligente que beneficia tanto a nuestra salud como a nuestra economía doméstica.
Esta elección va más allá del simple ahorro; es también una declaración de principios. Al consumir altramuces, estamos apoyando a los agricultores locales y a una cadena de producción nacional, contribuyendo a la sostenibilidad y reduciendo la huella de carbono asociada al transporte de alimentos desde la otra punta del mundo. Es un acto de soberanía alimentaria, una forma de reivindicar el valor de nuestros propios recursos agrícolas, frente a un modelo globalizado que a menudo desprecia lo cercano. Cada vez que elegimos este superalimento español, estamos invirtiendo en nuestro entorno y en un modelo de consumo mucho más consciente y responsable.