El concepto de superalimento nos ha llevado a una búsqueda incesante de semillas y bayas exóticas en los confines del planeta, llenando nuestros carritos de la compra con productos de nombres impronunciables y precios desorbitados. Hemos asumido que lo foráneo es sinónimo de superioridad nutricional, mientras ignoramos auténticas joyas nutricionales que siempre han estado en nuestra despensa, esperando pacientemente a ser redescubiertas. Esta fascinación por lo lejano nos ha hecho olvidar que la verdadera riqueza, la que de verdad importa para nuestra salud y nuestro bolsillo, a menudo se encuentra a la vuelta de la esquina, en el mercado de toda la vida o en las legumbres que comían nuestros abuelos.
Se habla de bombas de omega-3, de proteínas vegetales y de fibra saciante como si fueran descubrimientos recientes llegados de la otra punta del mundo. Sin embargo, existe un alimento profundamente español, humilde en su origen pero de una potencia descomunal, que pone en evidencia a muchas de estas modas importadas. Imaginen por un momento un producto de nuestra tierra, un portento nutricional que ha alimentado a generaciones en silencio, capaz de ofrecer más proteínas que la carne y una dosis de fibra que supera a la avena. Un tesoro que, como bien apuntan los expertos, teníamos en el pueblo y habíamos relegado al olvido por la simple razón de ser nuestro.
2UNA POTENCIA NUTRICIONAL EN LA DESPENSA DE LA ABUELA
La grandeza del altramuz no se detiene en las proteínas y la fibra; su perfil de micronutrientes es igualmente formidable y digno de mención. Es una fuente excepcional de minerales esenciales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo, entre los que destaca el manganeso, clave para la salud ósea y el metabolismo. Además, su aporte de magnesio, fundamental para más de trescientas reacciones bioquímicas en el cuerpo, combate la fatiga y contribuye al buen estado del sistema nervioso. Incorporar este tesoro local en nuestra dieta es una forma sencilla y económica de nutrir nuestros músculos, huesos y mente de una manera integral, apostando por un verdadero superalimento de proximidad.
Y qué hay del famoso omega-3, el principal reclamo de la chía. Es cierto que la semilla centroamericana es una de las reinas vegetales de este ácido graso, pero el altramuz no se queda atrás en lo que a grasas saludables se refiere. Contiene una combinación muy interesante de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, incluyendo el ácido alfa-linolénico (ALA), un tipo de omega-3. Aunque en menor cantidad que la chía, este perfil lipídico lo consagra como un superalimento para el bienestar general, especialmente para la salud cardiovascular. La ventaja del altramuz reside en su equilibrio, ofreciendo un compendio nutricional que va más allá de un solo nutriente estrella.