Pocos diagnósticos generan tanto pavor como el alzhéimer. Es una enfermedad que borra los recuerdos, la identidad y que nos enfrenta a una de nuestras mayores vulnerabilidades como seres humanos. Lo que nunca hubiéramos imaginado es que la pista para entenderlo mejor podría estar en algo tan cotidiano como el filete que comemos varias veces por semana. La ciencia está poniendo el foco en un vínculo sorprendente, ya que un consumo elevado de carne roja podría estar relacionado con la acumulación de hierro en el cerebro, un factor que se asocia con el desarrollo de esta devastadora enfermedad neurodegenerativa. ¿Podría estar la respuesta en nuestra lista de la compra?
El miedo a la pérdida de memoria es una sombra que planea sobre todos nosotros a medida que cumplimos años. Buscamos soluciones en crucigramas, en aprender idiomas o en cualquier actividad que prometa mantener nuestra mente ágil. Pero la idea de que nuestras elecciones en la mesa influyan directamente en nuestra salud cerebral es cada vez más clara. Nuevas investigaciones sugieren que este alimento tan presente en nuestra dieta, porque la carne roja podría acelerar los procesos de estrés oxidativo que dañan las neuronas, podría no ser el mejor aliado para un envejecimiento saludable. La pregunta que surge es inevitable y nos afecta a todos: ¿debemos replantearnos nuestra relación con la carne?
5MÁS ALLÁ DE LA DIETA: UN ENFOQUE GLOBAL PARA TU CEREBRO

Sería un error pensar que el destino de nuestro cerebro se decide únicamente en la cocina. La dieta es una columna fundamental, pero el edificio de una buena salud cognitiva se sostiene sobre varios pilares. El ejercicio físico regular es, posiblemente, tan importante como la alimentación. Mover el cuerpo mejora el flujo sanguíneo al cerebro, estimula el nacimiento de nuevas neuronas y reduce el riesgo de otras enfermedades, como la hipertensión o la diabetes, que a su vez son factores de riesgo para el alzhéimer. No hace falta correr una maratón; ya que caminar a buen paso media hora al día ha demostrado tener beneficios significativos para la salud cerebral, siendo una de las intervenciones más eficaces y accesibles.
Y no podemos olvidarnos de la vida social y la actividad mental. Mantenerse conectado con amigos y familiares, participar en actividades de grupo, leer, aprender cosas nuevas o incluso enfrentarse a pequeños retos como los juegos de mesa son estímulos potentísimos para el cerebro. Crean lo que los expertos llaman «reserva cognitiva», una especie de colchón neuronal que nos hace más resistentes al daño causado por enfermedades como el alzhéimer. Cuidar de nuestra mente es un trabajo de 360 grados. Porque al final, ya que un estilo de vida activo física, mental y socialmente es el mejor seguro que podemos contratar para nuestro cerebro, nos damos cuenta de que la prevención es un camino que se recorre día a día, con cada decisión que tomamos.