viernes, 8 agosto 2025

El peligro de los neumáticos ‘de invierno’ en verano: por qué reducen tu seguridad

La elección de los neumáticos adecuados para tu coche es una de esas decisiones que la mayoría de conductores despacha con una facilidad pasmosa, a menudo guiados únicamente por el precio o la marca. Sin embargo, con la llegada del calor y el asfalto ardiendo, circula por nuestras carreteras un peligro silencioso, una trampa en la que caen miles de conductores por pereza, desconocimiento o un malentendido concepto del ahorro. Hablamos de seguir usando los neumáticos de invierno en pleno verano. Suena inofensivo, ¿verdad? Pues es todo lo contrario. Una decisión que, lejos de ser neutra, compromete seriamente tu seguridad, porque estos neumáticos están diseñados para funcionar de forma óptima por debajo de los 7 grados centígrados, y su rendimiento se desploma con el calor. Es el calzado de tu coche, y llevar botas de nieve en la playa no parece la mejor idea.

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Esa sensación de agarre y seguridad que te proporcionaron durante las heladas de enero se convierte en una peligrosa ilusión cuando el termómetro supera los 25 grados. La composición de su goma, su dibujo específico, todo está pensado para el frío, el hielo y la nieve. Al enfrentarse al calor del verano, sus propiedades no solo no ayudan, sino que se vuelven en tu contra, aumentando la distancia de frenado, disparando el riesgo de aquaplaning en las típicas tormentas estivales y desgastándose a una velocidad de vértigo. ¿De verdad crees que estás ahorrando dinero? Lo que no sabes es que circular con gomas de invierno en verano reduce drásticamente la seguridad del vehículo, convirtiendo un elemento de protección en un factor de riesgo. Las ruedas de invierno tienen su momento, y definitivamente no es este.

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DISTANCIA DE FRENADO Y AQUAPLANING: LOS DOS ENEMIGOS SILENCIOSOS DEL VERANO

Fuente Pexels

Aquí llegamos al punto más crítico, el que puede marcar la diferencia entre un susto y una tragedia. La distancia de frenado. Las pruebas de los fabricantes y organismos independientes son concluyentes. Un coche equipado con neumáticos de invierno necesita muchos más metros para detenerse por completo en un asfalto veraniego. En una frenada de emergencia a 100 km/h, la diferencia puede ser de hasta 5 o 6 metros respecto a uno con gomas de verano. Eso es más que la longitud de un coche. Imagina lo que eso significa en una autopista o ante un paso de peatones. La goma, demasiado blanda, se deforma en exceso al frenar y pierde capacidad de tracción. Por ello, la distancia de frenado con neumáticos de invierno en verano puede aumentar hasta en un 20%, una cifra simplemente inaceptable.

Y luego está el aquaplaning. Instintivamente, podríamos pensar que un neumático diseñado para condiciones extremas de agua y nieve debería comportarse bien ante las típicas tormentas de verano. Pues es otro error fatal. El diseño de sus profundos canales está optimizado para evacuar nieve blanda o grandes cantidades de agua a baja temperatura. Sin embargo, con el calor, los bloques de la banda de rodadura, al ser tan blandos, tienden a cerrarse y a no evacuar el agua con la misma eficacia. El resultado es que estos neumáticos son más propensos a «flotar» sobre una capa de agua, provocando una pérdida total de control. Y es que, paradójicamente, los canales de evacuación de los neumáticos de invierno no están optimizados para las fuertes lluvias de verano, aumentando el riesgo de aquaplaning.


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