Durante años, las vacaciones de la Familia Real en Mallorca fueron una postal estival inamovible. Sin embargo, algo ha cambiado. En una reveladora confesión, la periodista Pilar Eyre sostiene que Letizia y sus hijas están aburridas de la isla. La afirmación, tan directa como inesperada, abre un nuevo capítulo en la historia íntima de los veranos reales.
Detrás de las puertas del palacio de Marivent, la tensión ha ido en aumento. Mientras Felipe disfruta como nunca de sus regatas, Letizia parece contar los días para marcharse. La desconexión emocional con Mallorca, según se dice, viene de lejos. Pero hoy es más evidente que nunca: la Reina y sus hijas ya no esconden su desgano.
4Felipe: un rey entre amigos, lejos del protocolo

El único que parece reconciliado con Mallorca es el rey Felipe. Y no solo reconciliado: feliz. Sus veranos allí son una forma de volver al origen, de abrazar una parte de su vida que el trono no le ha arrebatado.
En la regata, se lo ve natural. Auténtico. Rodeado de sus amigos de siempre, esos que comparten con él recuerdos de juventud, secretos, novias del pasado y anécdotas de mar. No hay protocolo en esa fiesta, solo piel salada y risas sinceras.
Felipe ha manifestado en más de una ocasión que su presencia en la Copa Mapfre es incuestionable. Y lo ha cumplido. Cada año se embarca, compite, se relaja. Allí no es el jefe del Estado, es simplemente «Felipe», el compañero leal, el regatista apasionado.
Este contraste entre el entusiasmo del Rey y la apatía de Letizia evidencia una brecha emocional. No necesariamente en la relación de pareja, sino en la forma en que cada uno vive el verano, la familia y los símbolos de la monarquía.