El río que se convierte en fiesta: así se vive el Sella
Cada verano, las aguas del río Sella —habitualmente serenas, casi meditativas— despiertan con una energía contagiosa. En cuanto asoma agosto, este cauce asturiano se transforma en un escenario vibrante, donde la tradición y la adrenalina reman al unísono. Desde hace más de ochenta años, el Descenso Internacional del Sella reúne a miles de personas entre Arriondas y Ribadesella: deportistas, curiosos, familias enteras, amantes del agua, de la montaña y, por supuesto, de la buena fiesta.
No es solo una competición de piraguas. Es una celebración con identidad propia, declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, que cada año conquista a quienes la viven por primera vez… y a quienes regresan como quien vuelve a un lugar que también es un tiempo. En su edición de 2025, se espera una participación récord: más embarcaciones, más acentos, más motivos para brindar con sidra. Porque el Sella no se mira desde fuera: se habita.
Y es que la llamada Fiesta de las Piraguas no es solo el descenso del río. Es la música que empieza a sonar antes del amanecer. Es la hospitalidad asturiana, inconfundible, que se extiende como una mesa larga y abierta. Son los paisajes que parecen pintados con calma, pero vividos con intensidad. Si nunca has estado, este puede ser tu año. Porque el Sella, más que un río, es una experiencia que se lleva en la memoria y en la piel.
Más que remar: el alma del Sella
El Descenso se celebra el primer sábado de agosto posterior al día 2, y este año es el sábado dia 8 de agosto. Esa fecha, marcada con rojo en el calendario local, convoca a más de mil palistas y cerca de 250.000 espectadores. Durante unos 20 kilómetros, desde Arriondas hasta Ribadesella, las embarcaciones surcan el río mientras a ambos lados del cauce una multitud canta, baila, anima y celebra.
Pero lo que hace que este evento sea único no es solo su magnitud. Es su atmósfera. Una mezcla de competición deportiva y fiesta popular donde la frontera entre el esfuerzo físico y la alegría colectiva se desdibuja.
Desde muy temprano, la música de gaitas llena el aire. Los participantes se agrupan en la salida mientras el Tren del Sella, que acompaña todo el recorrido, se convierte en un vagón festivo sobre raíles: lleva pasajeros y lleva ánimos, banderas, cánticos, sidra, risas.
La escena parece salida de un cuento lleno de sorpresas: personas disfrazadas, barras de bar sobre carromatos, coreografías espontáneas a la orilla del río. La energía es tan alta que incluso quienes no reman terminan agotados… y felices.
Ignacio Cuervo, remero profesional con cinco ediciones a sus espaldas, lo resume así:
“No hay otra carrera en el mundo con tanto calor humano. Da igual cómo llegues: te vas con la sensación de haber ganado.”
Claves para disfrutarlo al máximo
Si tienes intención de participar oficialmente, conviene hacer la inscripción con antelación. La Federación Española de Piragüismo gestiona las admisiones, y puedes optar por competir en categoría profesional o popular. Pero incluso sin competir, el Sella se puede vivir desde dentro: muchos prefieren recorrerlo de forma recreativa días antes o después de la prueba.
Para quienes lo siguen desde tierra, hay puntos estratégicos imprescindibles: Triongo, Llovio o el puente de Ribadesella, donde confluyen emoción, buena vista y mejor ambiente. La carretera junto al río suele cerrarse, así que conviene organizar bien los desplazamientos. Y si vas a quedarte a dormir, un consejo: reserva con meses de antelación. La comarca oriental asturiana no da abasto esos días.
¿El kit de supervivencia? Ropa cómoda, calzado impermeable y espíritu de aventura. “Aquí se salta, se baila, y a veces te mojas más fuera del agua que dentro”, bromea Lorena Fernández, organizadora de agrupaciones festivas en Ribadesella. Si quieres integrarte aún más, lleva algo con la bandera asturiana o algún guiño marinero. Te sentirás parte del todo.
Un río con historia
El origen del Descenso se remonta a 1929. Aquel verano, Dionisio de la Huerta y unos amigos decidieron bajar en piragua desde Coya hasta Infiesto, sin saber que estaban fundando una tradición. En 1933, se celebró la primera edición oficial del descenso, y desde entonces ha crecido sin freno.
Ni la Guerra Civil, ni las crisis económicas, ni los vaivenes del mundo han detenido esta cita. En 1951 se internacionalizó, y desde entonces han llegado palistas de todos los rincones: Reino Unido, Francia, Portugal… Hoy, el Sella es un espejo donde se reflejan múltiples culturas, un idioma compartido que se habla con remos.
Y hay un momento en que el corazón late distinto: cuando suena el Himno del Sella, justo antes de la salida. Una canción que no solo se canta, se siente. Porque aquí, remar no es solo avanzar: es rendir homenaje al río, a quienes lo reman, a quienes lo cuidan, a quienes lo viven.
Turismo, sostenibilidad y emoción
Cada edición del Descenso tiene un impacto económico enorme para la región. En 2023, se estimaron más de 10 millones de euros en ingresos directos e indirectos. Pero ese no es el único valor que deja: hay algo más profundo, más duradero.
Para muchos, el Sella es un reencuentro con Asturias. Una peregrinación laica en la que conviven jóvenes, veteranos, turistas y locales, todos bajo el mismo cielo de agosto. Se crea un pequeño universo donde el respeto, el esfuerzo físico y la alegría colectiva se mezclan con naturalidad.
Además, el evento ha sabido mirar al futuro: reciclaje, limpieza del cauce, reducción de residuos… pequeñas grandes acciones que demuestran que también la fiesta puede ser responsable. Y el público lo agradece. Porque disfrutar de este paraíso implica también protegerlo.
El Sella se vive, no se cuenta
Ir al Sella no es asistir a un evento: es formar parte de algo. Es un viaje donde la naturaleza y la emoción reman juntas. Da igual si llegas como remero, espectador o viajero curioso: en algún momento, te darás cuenta de que has sido tocado por su magia.
Es una cita que condensa el carácter del norte: acogedor, resistente, alegre. Una fiesta donde cada gota del río parece saber que está contando una historia. Así que si estás buscando una escapada que combine tradición, aventura y belleza natural, apunta esta fecha.
Porque, como repiten los locales año tras año:
«El Sella no se cuenta. Se vive.»