La configuración de Google que muchos usuarios desconocen está recopilando y, en la práctica, monetizando su ubicación precisa, incluso cuando creen haber tomado las precauciones necesarias para evitarlo. El gesto casi automático de desactivar el icono de ubicación o GPS en nuestro teléfono móvil nos proporciona una falsa sensación de seguridad, una tranquilidad digital que el gigante tecnológico se encarga de sortear mediante un entramado de permisos y ajustes deliberadamente confusos. Lo que sucede en las bambalinas de nuestra cuenta es un rastreo constante y silencioso, un mapa detallado de nuestra vida que se construye sin un consentimiento explícito y transparente.
Este seguimiento va mucho más allá de una simple chincheta en un mapa. Registra los lugares que visitamos, el tiempo que pasamos en ellos, las rutas que tomamos para llegar e incluso las paradas que hacemos por el camino. Esta información, de un valor incalculable para el marketing y la publicidad, se convierte en la materia prima de un negocio multimillonario. El problema es que el control sobre este flujo de datos personales está oculto, no en el interruptor principal de ubicación, sino en un submenú de nuestra cuenta de Google, un rincón digital al que la mayoría de los usuarios nunca accede y cuya existencia ni siquiera sospecha.
3UN MAPA DE TU VIDA: EL VERDADERO NEGOCIO CON TU UBICACIÓN

Toda esta información no se recopila por simple afición. Google la utiliza para construir un perfil sociodemográfico y de comportamiento increíblemente detallado de cada usuario. Sabe a qué hora sales de casa, cuál es tu ruta habitual al trabajo, qué supermercado prefieres, cuándo te vas de vacaciones y a dónde. Estos datos, una vez anonimizados y agregados, se convierten en un producto de un valor inmenso que se ofrece a los anunciantes. Las empresas no compran tu nombre, pero sí la posibilidad de mostrar sus anuncios a un «hombre de 40 años, residente en Madrid, que frecuenta gimnasios y viaja a la costa en agosto», un perfil creado gracias a la monitorización constante de tus movimientos.
De esta forma, tu ubicación se «vende» indirectamente. No se transfiere un listado con tus datos personales, sino que se comercializa el acceso a tu perfil de consumidor, un perfil cuya variable más valiosa es el comportamiento en el mundo real. Esta práctica es la piedra angular del modelo de negocio de la publicidad digital moderna. Eres el producto, y la moneda de cambio para utilizar los servicios «gratuitos» de Google es el acceso irrestricto a tu vida digital y, como vemos, también a la física, un intercambio que la mayoría de las veces se realiza desde el desconocimiento de las reglas reales del juego.