Valle Salvaje vuelve a dejar boquiabierto a su público y, en este episodio lleno de acción y acontecimientos sorprendentes, una revelación final acabará por dejar a otra buena parte de él sin palabras. Este martes día 5 de agosto, constituirá uno de los episodios más enérgicos de la temporada, ya que presenta una revelación fundamental que acaba con la dinámica del relato de Valle Salvaje. Traiciones familiares, chantajes, corazones robados o rotos serán el marco para que un nuevo personaje tome el relevo a las cocinas de la Casa Grande, en la que la historia más apasionante abra un nuevo frente.
1LA DETECTIVE CON EL CORAZÓN ROTO

Por enésima vez en Valle Salvaje, Adriana ha expuesto que solo su instinto le es suficiente para desterrar la mentira. «Su silencio lo decía todo», dice de nuevo en cuanto tiene la imagen de aquel Julio cada vez más ausente, más distante, como si se refugiara en una neutralidad que a él no le pertenece. La tensión de su mirada, la falta de apoyo cuando más lo necesitaba y aquel velo de incomodidad que lo rodea desde que Úrsula ha intensificado su chantaje contra Rafael, acaban por traicionarlo todo.
Adriana decide pasar de la sospecha a la acción. No es la primera vez que lucha contra molinos de viento. Sus advertencias sobre Úrsula fueron calificados por muchos como un ataque de celos o un melodrama. Rafael, por su parte, trató incluso a Adriana como a una mujer cegada por el rencor, a pesar de que las evidencias eran aplastantes. Pero Adriana no se rindió. «Si no creen en mí, tendré que encontrar la prueba que lo cambie todo», se dice a sí misma antes de lanzarse a buscar aquella carta perdida que comprometía a su prima.
El giro llega cuando, después de una investigación silenciosa pero meticulosa, Adriana da con lo que llevaba tanto tiempo buscando: la carta, la que desapareció justo cuando iba a entregárselas a Rafael, y cuya supresión facilitó la impunidad de Úrsula; y lo más hiriente no es solo haber recuperado el indicio… en realidad, el más doloroso es darse cuenta de que Julio había sido quien la hizo desaparecer; «en definitiva, Julio no fue un peón atrapado en el juego; Julio también jugaba con las piezas», reflexiona Adriana, al tiempo que la herida en su corazón se abre de nuevo, esta vez de un modo definitivo.