En el poderoso universo que es La Promesa, cualquier elemento está cargado de simbolismo, pero pocas veces un objeto ha cambiado tanto el equilibrio de la casa como el nuevo cuadro que decora las paredes de su interior. Este episodio 648, que se emitirá el martes 5 de agosto, es más que un avance en la historia; un antes y un después, un nuevo destino para los personajes, como si el óleo escondiera un alma propia.
3UN MISTERIO Y UNA DESAPARICIÓN

Cuando parece que la tensión no puede crecer más, un nuevo vuelco asesta un auténtico golpe a los cimientos de La Promesa: ¡el retrato ha desaparecido! El retrato no es que haya sido retirado o escondido… ha sido hecho añicos. La noticia va de boca en boca, y, como una especie de pólvora diseminada, contamina el aire de los pasillos. ¿Quién lo ha hecho? ¿Por qué ahora, cuando su poder sobre los inquilinos del palacio era más evidente que nunca? La destrucción del retrato no libera, al contrario, un nuevo abismo de sospechas queda abierto; nadie queda limpio.
Las miradas empiezan a cruzarse, llenas de recelo. Nadie parece tener una coartada interesante, la combinación de la tensión y la entrega de ganzúas hizo que Petra se callara, no obstante hay muchas más respuestas de las que quiere dar en sus ojos. Alonso demuestra un mayor afecto del que admite, y Curro, en un instante de sinceridad, nos dice que ha escuchado pasos en la noche por la región del cuadro. Cada palabra hace derivar una nueva hebra de sospecha, como si todos tuvieran algo que ganar —o esconder— con la desaparición del cuadro.
Manuel continúa su negociación con Leocadia, la mujer decidida a adquirir la compañía familiar, pero hay algunos elementos que no se encuentran del todo encajados. Tras el encuentro con Pedro Farré, es en el diálogo donde Leocadia guardará silencio (de lo meditado) y ocultará información a Manuel. El conflicto de poder y de silencios va de la mano con el hecho de que este cuadro desaparezca, como si todos ellos pertenecieran a una sola telaraña, a una más de las telarañas invisibles.
El capítulo 648 no se cierra; por el contrario, las puertas se abren de par en par. Lo que podía ser un conflicto pueril relacionado con un cuadro ha acabado siendo un verdadero seísmo narrativo y emocional. La Promesa ha convertido un objeto en símbolo, y su destrucción no cerrará el relato, sino que será el prolegómeno de algo más profundo.