La mentira del agua alcalina es, posiblemente, uno de los engaños más exitosos y rentables de la industria del bienestar de los últimos años. Se nos presenta como una fuente de salud casi milagrosa, un elixir de la juventud embotellado capaz de neutralizar la acidez de nuestro cuerpo, prevenir enfermedades y llenarnos de energía. Se vende en supermercados con un empaquetado prémium, en restaurantes de moda y a través de carísimos ionizadores domésticos que prometen transformar el agua del grifo en un manantial de vida. Un relato seductor que apela a nuestro miedo a envejecer y enfermar.
Sin embargo, detrás de esta fachada de ciencia y salud, se esconde una verdad tan simple que resulta casi insultante: nuestro propio cuerpo desmonta esta farsa en cuestión de segundos. La promesa del agua alcalina se estrella contra un muro infranqueable de ácido clorhídrico en nuestro estómago, un hecho fisiológico básico que convierte este carísimo líquido en poco más que agua común y corriente. Un informe de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) lo deja claro, estamos pagando un sobreprecio desorbitado por un beneficio inexistente, un negocio redondo que vende agua del grifo a precio de champán.
3EL NEGOCIO DEL PH: ASÍ SE FABRICA UN ENGAÑO MILLONARIO

El negocio del agua alcalina se sustenta en dos pilares: la venta de agua embotellada a precios desorbitados y la comercialización de ionizadores domésticos aún más caros. Las botellas, con diseños minimalistas y etiquetas que hablan de «equilibrio» y «pureza», pueden llegar a costar hasta diez veces más que el agua mineral convencional. Se colocan estratégicamente en los lineales como un producto de salud prémium, atrayendo a consumidores dispuestos a pagar más por un supuesto beneficio, convirtiendo un producto básico y casi gratuito en un artículo de lujo.
La otra vertiente del negocio son los ionizadores, unos aparatos que se conectan al grifo y que prometen alcalinizar el agua mediante un proceso de electrólisis. Estos dispositivos pueden costar desde cientos hasta miles de euros y se venden a menudo a través de sistemas de marketing multinivel con promesas de salud y riqueza. La realidad es que estos aparatos no hacen nada que un poco de bicarbonato sódico no pueda hacer por unos céntimos, un desembolso desproporcionado por un resultado que nuestro propio estómago se encarga de anular. Es la venta de tecnología innecesaria para resolver un problema inexistente.