sábado, 2 agosto 2025

La mentira del ‘agua alcalina’, así te venden grifo a precio de champán

La mentira del agua alcalina es, posiblemente, uno de los engaños más exitosos y rentables de la industria del bienestar de los últimos años. Se nos presenta como una fuente de salud casi milagrosa, un elixir de la juventud embotellado capaz de neutralizar la acidez de nuestro cuerpo, prevenir enfermedades y llenarnos de energía. Se vende en supermercados con un empaquetado prémium, en restaurantes de moda y a través de carísimos ionizadores domésticos que prometen transformar el agua del grifo en un manantial de vida. Un relato seductor que apela a nuestro miedo a envejecer y enfermar.

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Sin embargo, detrás de esta fachada de ciencia y salud, se esconde una verdad tan simple que resulta casi insultante: nuestro propio cuerpo desmonta esta farsa en cuestión de segundos. La promesa del agua alcalina se estrella contra un muro infranqueable de ácido clorhídrico en nuestro estómago, un hecho fisiológico básico que convierte este carísimo líquido en poco más que agua común y corriente. Un informe de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) lo deja claro, estamos pagando un sobreprecio desorbitado por un beneficio inexistente, un negocio redondo que vende agua del grifo a precio de champán.

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EL MURO DE ÁCIDO: LA CIENCIA BÁSICA QUE DESMONTA EL MITO

Fuente Pexels

Para entender el engaño, solo hace falta recordar las lecciones más básicas de biología del instituto. Nuestro estómago es un entorno extremadamente ácido, con un pH que oscila entre 1.5 y 3.5. Esta acidez es fundamental para descomponer los alimentos, matar las bacterias y patógenos que ingerimos y activar las enzimas digestivas. Es una barrera química formidable y una pieza clave de nuestro sistema inmunitario. Cualquier cosa que comemos o bebemos, sea ácida o alcalina, se ve sometida a este baño de ácido clorhídrico.

Cuando un sorbo de cara agua alcalina llega a este entorno, su pH elevado es neutralizado de forma instantánea y violenta. El estómago, en su afán por mantener su acidez funcional, simplemente segrega más ácido si es necesario, anulando por completo cualquier alcalinidad que el agua pudiera tener. El viaje de este costoso líquido termina abruptamente en el estómago, donde, el potentísimo ácido clorhídrico la neutraliza en cuestión de segundos, devolviéndola a un estado que no difiere en nada del agua corriente. Es un hecho fisiológico incontestable que desmonta todo el argumentario de venta.


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