José Fernando ha dado un giro radical a su vida tras la trágica muerte de Michu, madre de su hija Rocío, una pérdida inesperada que ha sacudido por completo a las familias implicadas. El fallecimiento de la joven, ocurrido el pasado 8 de julio a los 33 años a causa de sus problemas de corazón, no solo ha supuesto un duro golpe emocional, sino que también ha reabierto numerosos frentes legales y familiares que durante años parecían adormecidos. Desde que se conoció la noticia, la madre y la hermana de Michu han iniciado una batalla pública por la custodia de la niña, mientras que la familia Ortega Cano ha optado por mantener un perfil discreto, delegando el asunto en manos de sus abogados. La tensión entre las partes ha sido evidente, y aunque el foco mediático ha recaído inevitablemente sobre José Fernando, su entorno ha insistido en que él no se encuentra en condiciones de afrontar este tipo de conflictos personales de forma directa.
2El pasado de José Fernando

Este planteamiento futuro contrasta con el pasado de José Fernando, marcado por intentos fallidos de reconducción personal y tratamientos clínicos. Cuando aún era menor de edad, sus padres llegaron a enviarlo a un campamento militar en Florida con la esperanza de corregir su comportamiento. Sin embargo, poco después de alcanzar la mayoría de edad, el joven quedó descontrolado, con acceso a dinero y sin una estructura familiar sólida, especialmente tras la entrada en prisión de su padre. Finalmente, en 2014 fue ingresado en la clínica López Ibor, especializada en salud mental, donde permaneció bajo tratamiento. Durante esa época, Ortega Cano habló públicamente sobre la situación de su hijo, calificándolo como “una persona que necesita ser tratada”, pero insistiendo en que tenía un buen corazón. “Hay que atenderlo como a un enfermo, pero es un chico estupendo”, dijo el torero en una intervención televisiva, pidiendo que los medios y el público permitieran a la familia trabajar en su recuperación en un entorno de tranquilidad.
A día de hoy, la Comunidad de Madrid sigue gestionando todo lo relacionado con José Fernando: desde sus necesidades económicas hasta asuntos tan simples como tomar un taxi. La tutela implica que cada movimiento del joven está regulado, una situación que solo podrá cambiar si los especialistas que lo tratan constatan una mejora sustancial y sostenida. Mientras tanto, su participación en la vida de su hija Rocío dependerá también de lo que dictamine la justicia. De momento, la familia ha asegurado que se hará todo lo posible por preservar el bienestar de la menor, quien ha quedado huérfana de madre de forma repentina. En este contexto, la prioridad parece ser mantener la estabilidad emocional de todos los implicados, y sobre todo de una niña que, con solo ocho años, afronta uno de los golpes más duros de su vida.