Con el nuevo capítulo de Valle Salvaje, la historia llega a un punto de máxima efervescencia emocional, de máxima efervescencia dramática, que vuelve a cambiar las reglas del juego en el Valle. Años enteros de secretos, traiciones y amores imposibles desembocan esta semana en decisiones que van a marcar los destinos de sus personajes principales. Hasta la fecha de hoy, nada volverá a ser lo mismo después del miércoles 30 de julio, cuando la ficción dé el paso verdaderamente irreversible hacia el clímax de su narración.
3ENTRE LA VIDA Y EL FUTURO DE VALLE SALVAJE

La repentina caída de Adriana significa la alarma para todos los miembros de la familia, pero también para los enemigos que la persiguen en el Valle. La joven está embarazada y su fragilidad la convierte en el centro de atención para médicos, amigos y enemigos. La guerra se detiene por un momento en atención a la vida que utiliza a Adriana como un lugar que le permita crecer.
La matrona encargada de atenderla después de que perdiera el conocimiento no tarda en confirmar las sospechas que todos tienen: corre el riesgo de perder el embarazo si Adriana no puede reducir la tensión emocional que está sufriendo en este momento. Desde ese instante, la atención se convierte en la prioridad e implica una respuesta inmediata: controlar su vida, dejar descansar al bebé, evitar cualquier conflicto y para eso es necesario reconciliarse con José Luis, aunque esto suponga afrontar núnca los nuevos cambios que deben asumirse.
Adriana, que hasta ahora había tratado de marcar la distancia con su marido, se ve obligada reexaminar su posición. Por el bien del bebé, echa un ojo a otro canal de acceso a su marido, aunque sabe que sus propios sentimientos se encuentran más cerca de Rafael. Este planteamiento desgraciadamente genera un enfrentamiento moral de difícil resolución.
José Luis, por su parte, no parece desear alterar su conducta. Su interés por el bienestar de Adriana parece no ser tal que sólo es un deseo en el trasfondo de su interés, de su obsesión por el apellido y de su control familiar, su control sobre la esposa, su deseo de que esta le apoye en sus intereses, incluso a costa de pasar por encima de ella.
De un lugar distante Rafael observara la conversación. Contenido, dolido, pero decidido. Sabía que no era el momento de exigir, ni de entrar en polémica. Su única expectativa es funcionar como escudo protector de Adriana, aunque eso implica mantenerse a una distancia de su vida y protegerla un tiempo largo. Un sacrificio que se demuestra en que sólo en el silencio de los muertos que resisten la vida de uno para llegar a otro, comprobando la grandeza de su amor.
En esa diáfana conversación, entre el silencio arrugado que queda después del drama, se advierte algo que resulta imposible entre ambos: una tregua, una tregua breve, breve, en el conflicto formado por el miedo y el amor. Una tregua, cuidado que es frágil, puede ser el primer paso hacia un cambio más profundo del Valle.