jueves, 6 noviembre 2025

Esta es la temperatura exacta en la que el café se convierte en veneno, y la usan muchas cafeterías

El café es mucho más que una simple bebida; es el motor que arranca las mañanas de millones de españoles, la excusa perfecta para una pausa en el trabajo y el broche de oro de una buena comida. Forma parte de nuestro tejido social y cultural, un ritual que nos acompaña en conversaciones, un bálsamo contra el sueño y el cansancio, y un pequeño lujo al alcance de cualquiera. Pero, ¿y si ese gesto cotidiano, ese placer humeante que sostenemos entre las manos cada día, escondiera un riesgo invisible para nuestra salud que depende de un simple número en el termómetro? La respuesta podría cambiar para siempre la forma en que pides tu próxima taza.

La creencia popular asocia un café muy caliente con una mayor calidad o frescura, una percepción errónea que, sin saberlo, nos expone a compuestos químicos indeseables. La mayoría de nosotros damos por sentado que la temperatura a la que se sirve no es un detalle menor, sino un factor crítico que determina su seguridad, una verdad que muchas veces se ignora en la vorágine de la hostelería moderna. Lo que sucede en la taza cuando el mercurio supera un umbral específico es un proceso químico silencioso con implicaciones serias, un secreto a voces en la industria que ahora, gracias a estudios y a la voz de las organizaciones de consumidores, empieza a salir a la luz.

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LA TEMPERATURA DORADA: CÓMO DISFRUTAR DE UN CAFÉ SEGURO Y SABROSO

Fuente Pexels

Frente a esta problemática, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha arrojado luz sobre la cuestión, estableciendo una «temperatura dorada» para el consumo de esta bebida. Según sus análisis y recomendaciones, el punto ideal para servir y disfrutar de un café se sitúa en torno a los 75 grados centígrados. A esta temperatura, la bebida sigue estando agradablemente caliente, pero ya ha descendido lo suficiente del punto crítico para permitir que una parte importante de los furanos volátiles se haya evaporado. Además, es una temperatura que minimiza el riesgo de quemaduras en la boca y el esófago, otro peligro asociado al consumo de líquidos excesivamente calientes.

Más allá de la seguridad, servir el café a una temperatura adecuada tiene una recompensa directa en el paladar. Las temperaturas extremas, por encima de los 85 grados, no solo liberan compuestos indeseables, sino que también anestesian las papilas gustativas e impiden apreciar la complejidad de un buen grano. Un café servido en su punto justo de calor permite que afloren todos sus matices: la acidez frutal, las notas de chocolate o caramelo, el cuerpo y el posgusto. Por lo tanto, esperar a que se atempere no es solo una medida de prudencia sanitaria, sino también un gesto de sibarita que nos permite disfrutar de una experiencia sensorial mucho más rica y completa.


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