La DGT ha puesto el foco en una de las contradicciones más peligrosas de la conducción moderna: la creciente dependencia de las pantallas táctiles en los vehículos. Lo que hace una década era un lujo reservado para la gama alta, hoy es el estándar en casi cualquier coche nuevo, donde el salpicadero se ha convertido en una cabina de avión repleta de funciones. Sin embargo, esta evolución tecnológica ha traído consigo un nuevo tipo de distracción, un centro de mando digital que desvía nuestra atención de lo único que importa: la carretera. La mayoría de los conductores son conscientes de la sanción por usar el móvil, pero ignoran que un gesto aparentemente inocente como programar el GPS en marcha es igual de grave.
El verdadero problema reside en el desconocimiento generalizado sobre la magnitud de las consecuencias. La sanción habitual de 200 euros y la retirada de seis puntos del carnet es solo la punta del iceberg, la primera línea de defensa de la normativa. Lo que muchos conductores no saben es que, bajo ciertas circunstancias, esa misma acción puede ser catalogada de una forma mucho más severa, abriendo la puerta a una sanción económica que quita el aliento. Existe una delgada línea, el abismo que separa una sanción común de una que puede arruinar la economía familiar, y cruzarla depende de matices que se escapan al control del propio infractor.
2¿UN SIMPLE TOQUE? EL GESTO COTIDIANO QUE LA DGT PONE EN EL PUNTO DE MIRA
La pregunta que muchos se hacen es qué se considera exactamente «manipular la pantalla». ¿Basta con un toque rápido para subir el volumen? ¿O se refiere a introducir una dirección completa en el GPS? La regulación de la DGT no entra en un detalle tan minucioso, dejando un margen a la interpretación. Lo que se sanciona es la acción de desviar la atención de la conducción para interactuar con un sistema que no está diseñado para ser operado en movimiento sin riesgo. Esto incluye programar una ruta, buscar un contacto en la agenda del coche o navegar por menús complejos, acciones que nos obligan a apartar la vista de la carretera durante varios segundos, un tiempo suficiente para provocar una tragedia.
El problema fundamental es que los fabricantes de automóviles han integrado estas pantallas de tal forma que muchas funciones básicas del vehículo dependen de ellas. Tareas que antes se resolvían con un botón físico, como ajustar la climatización, ahora exigen navegar por submenús táctiles. Esta paradoja tecnológica nos pone en una situación comprometida. La propia DGT es consciente de que un coche moderno es una fuente de distracciones, por lo que el criterio se centra en si la manipulación es sostenida y si implica una desatención evidente de las circunstancias del tráfico, un factor que convierte un gesto trivial en una conducta de alto riesgo a ojos de la ley.








