La tensión en La Promesa se siente en el aire, como ese humo que se respira en una cocina cerrada: espeso, persistente y peligroso. La serie, que ya ha atrapado a miles de espectadores con sus giros dramáticos y secretos familiares, llega este miércoles 30 de julio al capítulo 644, un capítulo que hará tambalearse el palacio y mucho más… También a quienes habitan en él.
3EL PALACIO DE LA PROMESA NO DA TREGUA

En otras partes de la obra, en un rincón de La Promesa más lejos de los avatares nobiliarios, también el corazón sufre. Toño se ha ido de una salida romántica y desastrosa con Enora, y confiesa su decepción a Manuel. Pero no se rinde. Quiere seguir intentándolo, llevarse a la chica por delante de una forma paciente y perseverante. «El amor en este palacio se hace a fuego lento… o se quema a gran velocidad».
Pero las penas de Toño no son las únicas. Lope, que en las cocinas había estado aferrado a su sitio, llega la noticia que no quiere oír: Cristóbal, el nuevo mayordomo, le dice que tiene que salir del lugar y retornar como lacayo. Una decisión que Lope se la toma como una derrota. Su pasión por la cocina, sus esfuerzos por mejorar habían sido en vano. Y ahora, debe adaptarse a un papel que ya creía superado.
El antagonismo entre las expectativas que tiene y la cruda realidad impuesta por las mismas estructuras jerárquicas del palacio resulta incluso más doloroso que cualquier herida física. “Soñar y seguir las normas es pagar el alma por el sueño。” Y no obstante, no está todo solucionado. En La Promesa, aún las decisiones más determinantes pueden volverse a escribir con voluntad.
Y a mediador de amores fallidos y decepciones profesionales, también Llega a mostrar otra sombra en la escena: Santos. Su desprecio por la doncella es cada vez más evidente y ni las palabras de su padre, Ricardo, en el proceso, se ofrece la posibilidad de un cambio de actitud. Ricardo, noble como es, revela que sacrificó para sí su propio puesto, suplicando por Santos volver. A cambio, sólo pide una cuestión: que trate con respeto a Pía. Pero Santos no está dispuesto, le pesa más la tenacidad que la gratitud.