Hace 30 años, Telemadrid era un símbolo de éxito dentro del panorama audiovisual autonómico. Con una audiencia cercana al 20% de cuota de pantalla, se convirtió en la televisión regional más vista de España durante la década de los noventa.
Hoy, sin embargo, la cadena pública madrileña apenas alcanza un 5,2% de share (dato de junio de 2025), lo que la sitúa en el octavo lugar de entre las trece autonómicas existentes, muy lejos de su época dorada.
El año anterior, en 2024, cerró con un 4,7%, su peor dato desde 2018. Y aunque en el primer semestre de 2025 ha recuperado tímidamente hasta el 5,2%, la tendencia es clara: el desplome ha sido constante, profundo y difícilmente reversible.
Pese a que otros frentes mediáticos como RTVE acaparan titulares por sus conflictos, el caso de Telemadrid se presenta como uno de los fracasos más sonoros y prolongados del audiovisual español. Un declive protagonizado, en buena parte, por la figura de José Antonio Sánchez, ex presidente de RTVE durante los gobiernos de Aznar y Rajoy, y reincorporado en 2021 a la dirección de Telemadrid por Isabel Díaz Ayuso.
La llegada de Sánchez, en sustitución de José Pablo López, actual presidente de RTVE, supuso el inicio de una nueva etapa marcada por el estancamiento y el descrédito. Desde entonces, los datos de audiencia han ido en descenso: del 5,4% en 2020 al 5,2% en 2021, 5% en 2022, 4,8% en 2023 y 4,7% en 2024, con solo un pequeño repunte este 2025. Pero los problemas de Telemadrid no se limitan a los números.
SIN IDENTIDAD
La cadena vive una aguda crisis de identidad y credibilidad, acentuada por una línea editorial cada vez más alineada con el Gobierno regional del PP. La ‘aguirrización’ del canal, como la califican muchos analistas, en referencia al giro conservador que vivió bajo el mandato de Esperanza Aguirre, se ha intensificado durante la era Ayuso, con contenidos y formatos que rozan la propaganda institucional.
Programas como ‘El análisis diario de la noche’, conducido por Antonio Naranjo, o el fallido ‘La noche golfa’, presentado por Miguel Lago, que pretendía imitar el estilo de David Broncano sin éxito, han generado más polémicas que audiencia. A ello se suma la emisión de costosas corridas de toros en horario infantil para alegría del proveedor, la ruinosa plataforma privada One Toro.

No obstante, para entender del todo el declive de Telemadrid, es necesario remontarse a uno de los episodios más traumáticos de su historia: el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) de 2013. Bajo la dirección del propio José Antonio Sánchez y con el respaldo del gobierno regional de Ignacio González, la cadena ejecutó el despido de 829 trabajadores.
Este proceso, que supuso la eliminación del 80% de la plantilla, fue justificado por motivos económicos en plena crisis financiera. La Comunidad de Madrid argumentó que las cuentas de la televisión autonómica eran insostenibles y que era necesario reducir drásticamente los gastos. Sin embargo, el ERE fue declarado «no ajustado a derecho» por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), que consideró injustificada la magnitud de los despidos.
La sentencia fue confirmada por el Tribunal Supremo en 2014, forzando a Telemadrid a reconocer la improcedencia de los ceses y a pagar indemnizaciones complementarias a los afectados. Para muchos trabajadores y sindicatos, aquel ERE no fue solo una medida económica sino una estrategia deliberada de desmantelamiento ideológico. Según Luis Lombardo, presidente del comité de empresa de Telemadrid, el objetivo era vaciar de contenido crítico y plural la cadena pública tras años de desprestigio impulsado por el gobierno regional de Aguirre, que se hizo el poder tras el tamayazo y convirtió la Comunidad de Madrid en un laboratorio entre liberal y nacionalista español.
Ese capítulo audiovisual marcó un antes y un después en la historia del ente en el que surgieron formatos tantas veces copiados como ‘Madrid Directo’, ‘Madrileños por el mundo’ o ‘Mi cámara y yo’. Muchas áreas desaparecieron, los trabajadores protestaron durante semanas con emisiones en negro, y la cadena perdió no solo a sus profesionales, sino también parte esencial de su legitimidad como medio público.
Hoy, treinta años después de su época dorada, Telemadrid es una sombra de lo que fue. Frente a casos como el de TV3, que continúa liderando con fuerza en Cataluña y triplica la audiencia de la madrileña, el contraste es demoledor. A la cadena catalana la sostienen una audiencia fiel y una producción audiovisual sólida. A Telemadrid, ni siquiera el apoyo político la ha salvado del naufragio.