martes, 29 julio 2025

El consejo de los farmacéuticos sobre el ibuprofeno y el paracetamol que puede cambiar cómo tratas el dolor

El uso del ibuprofeno se ha convertido en un gesto casi automático en millones de hogares españoles para combatir una amplia gama de molestias, desde un simple dolor de cabeza hasta una contractura muscular. Su popularidad, compartida con su eterno compañero de botiquín, el paracetamol, es tal que a menudo recurrimos a él por inercia, como si fuera una solución universal para cualquier tipo de malestar. Sin embargo, este hábito tan arraigado, transmitido de generación en generación, nos ha llevado a pasar por alto una distinción fundamental que los farmacéuticos no se cansan de recordar, hasta el punto de que rara vez nos detenemos a pensar si es la opción más adecuada para nuestra dolencia específica, lo que puede afectar directamente a la eficacia del tratamiento.

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Esta falta de diferenciación entre ambos fármacos, que consideramos casi intercambiables, esconde una realidad farmacológica que puede cambiar por completo nuestra forma de gestionar el dolor. La elección entre uno y otro no debería ser una cuestión de azar o de preferencia personal, sino una decisión informada basada en la naturaleza del problema que buscamos aliviar. Un consejo tan simple como el que ofrecen los profesionales de la farmacia puede ser la clave. De hecho, comprender esta distinción es clave no solo para lograr un alivio más efectivo y rápido, sino también para proteger nuestro organismo de efectos secundarios innecesarios y, en ocasiones, perjudiciales a largo plazo.

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Fuente Pexels

En la cultura popular, paracetamol e ibuprofeno son los dos pilares sobre los que se sustenta la automedicación responsable para dolencias leves. Su presencia es constante en nuestras vidas, recomendados para casi todo y disponibles sin receta en sus dosis más bajas, lo que ha fomentado una percepción de seguridad y versatilidad. Esta familiaridad nos ha llevado a una peligrosa simplificación, una confusión que nos lleva a utilizarlos de manera casi indistinta sin reparar en sus mecanismos de acción completamente diferentes. Tratamos un dolor de cabeza febril con el mismo fármaco que una inflamación por un golpe, asumiendo que «para el dolor, cualquiera vale», un error conceptual con importantes implicaciones para nuestra salud.

La raíz de esta confusión masiva está en que ambos medicamentos son analgésicos, es decir, calman el dolor, y antipiréticos, lo que significa que bajan la fiebre. Hasta ahí llegan sus similitudes. La diferencia crucial, el matiz que lo cambia todo, reside en una propiedad adicional que solo uno de ellos posee. Por lo tanto, a pesar de que ambos alivian el malestar general que sentimos, lo hacen atacando el problema desde ángulos completamente distintos, y es precisamente en esa diferencia donde radica la clave para un uso correcto, seguro y verdaderamente eficaz de cada uno, tal y como insisten los expertos sanitarios.

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