‘Sueños de libertad’ cierra una emocionante semana con un nuevo episodio, que al igual que días atrás, viene cargado de misterios, tensiones y pocas apariciones de personajes afamadas. Este nuevo capítulo incrementará la tensión y presión de nuevas tramas que ya llevaban unas semanas cociéndose a fuego lento. Relaciones tambaleantes, amistades que se consolidan y secretos agazapados para estallar, marcarán el día que hay que suponerse decisivo para la historia.
3UNA DECISIÓN QUE PODRÍA CAMBIARLO TODO

Probablemente haya sido Irene el personaje que dio un paso hacia la mayor luminosidad, al darle fin a un tiempo de incertidumbres, de silencios y de heridas abiertas, para dar el paso hacia su propia libertad emocional al aceptar salir con Damián. Esa era su primera cita oficial fuera de la colonia, una primera puerta abierta al futuro. Un gesto que se presenta como simple -en el sentido de no necesidad de que ambos se traten de enamorados, y que al mismo tiempo queda bien lejos de lo que podría haber sido una cita romántica.
Aparentemente digna, a estar atenta al sufrimiento de las dos decide intervenir, primero, pedir ayuda a Luis, que la aclara: Cristina no está lista para el perdón. «No se trata de entender, sino más bien de sentir que hay alguien que te ha escuchado», afirma el perfumista que, como es sabido, hace tiempo que conoce la lengua no dicha de los sentimientos. Mientras tanto, la trama del perfume conmemorativo de “Lavanda de la Reina” corre el riesgo de acabar mal.
Joaquín le comunica a Luis que ya no hay tiempo para salvarlo, pero de repente, una chispa de esperanza brota: Luis recuerda una fragancia que Cristina hizo para su madre. Quizá sea la fórmula para mantener el proyecto con vida, y tal vez también sea una forma simbólica de redimir el vínculo de madre e hija. Luz, la madre que va adelante sin contar su historia de pérdidas y reencuentros, confía que Cristina encuentre en este espejo un motivo para sanar.
Por otra parte, el juicio por el asalto al dispensario se adelanta, añadiendo más presión a la situación. Gabriel, cada vez más implicado, trabaja codo a codo con Begoña para suavizar la posible condena de Diosdado. Su postura ética es firme y a la vez empática, contrasta con la dureza de Don Pedro que sigue entendiendo la justicia como un arma, y no como un equilibrio.