Los principales directivos de Netflix han dejado entrever recientemente —aunque de forma indirecta— que la plataforma podría lanzarse pronto a la conquista de los derechos televisivos del fútbol europeo. Ted Sarandos, codirector ejecutivo, reconoció ante analistas la pasada semana que «la estrategia en vivo y deportiva no ha cambiado. Seguimos centrados en eventos importantes y de gran impacto, porque a nuestro público le encantan (…) seguiremos invirtiendo y ampliando nuestras capacidades de eventos en vivo en todo el mundo en los próximos años.»
Las declaraciones de Sarandos contienen dos mensajes clave. El primero: Netflix ve con buenos ojos seguir apostando por el deporte como parte esencial de su oferta en directo. «No todas las horas de visualización son iguales. Y lo que hemos visto con la transmisión en vivo es que tiene un impacto positivo enorme en la adquisición y en la retención». Es decir, el deporte en directo no solo atrae nuevos suscriptores, sino que también contribuye a fidelizarlos. Y lo hace, además, en un momento clave para su estrategia publicitaria, que empieza a convertirse en una línea de negocio relevante.
El segundo mensaje abre una puerta aún más ambiciosa: llevar las retransmisiones deportivas más allá de Estados Unidos. Hasta ahora, los eventos en vivo de Netflix se han limitado al mercado estadounidense, entre otras razones, por la escala y homogeneidad del público. Un territorio que garantiza rentabilidad y donde, además, las ligas locales son auténticos fenómenos televisivos. De hecho, en 2024, los partidos de la NFL ocuparon el 72 % de las emisiones más vistas del año.
¿Un Real Madrid–Barcelona en Netflix?
La idea de que Netflix retransmita próximamente un partido de fútbol europeo ya no suena descabellada. Eso sí, hay una condición: debe ser rentable. Así lo afirmó Sarandos, lo que aleja, al menos por ahora, a la plataforma de las ligas nacionales —salvo quizás la Premier League, por su tirón internacional— y la acerca a competiciones con un público más amplio como la UEFA Champions League.
No es una elección trivial. La Champions reúne muchas de las cualidades que tan buen resultado han dado en EE. UU. con la NFL: una competición de élite, con aficionados comprometidos y un mercado potencial estimado en más de 450 millones de espectadores. Un auténtico imán para una plataforma global como Netflix.
Sin embargo, hasta ahora la compañía no ha adquirido los derechos completos de ninguna competición por equipos, ni siquiera en EE. UU. Con la NFL, por ejemplo, se limita a ofrecer dos partidos especiales en Navidad. El motivo principal: los costes. La NFL ingresa alrededor de 10.000 millones de dólares al año solo por derechos televisivos, lo que representa el 62 % de su presupuesto total. Un desembolso difícil de asumir incluso para una compañía como Netflix, sobre todo fuera de su mercado principal.

No obstante, sí parece plausible que apueste por retransmisiones puntuales, de alto interés global, por las que podría pagar una prima sin comprometer toda la temporada. La final de la Champions League o partidos clave de las fases eliminatorias son opciones sobre la mesa. Aunque hay otro evento que resulta aún más atractivo: el Clásico español entre el Real Madrid y el Barcelona.
Este partido es, según diversos estudios de audiencia, el evento deportivo más visto del mundo, con cifras que rondan los 650 millones de espectadores. Es decir, duplica la final de la Champions y triplica la audiencia media de la Super Bowl. Además, centrar recursos técnicos y de producción en un solo partido facilita enormemente la operación, algo clave para una empresa que aún está desarrollando su infraestructura para eventos en directo.
Limitaciones técnicas: el talón de Aquiles
Y es que, más allá del interés estratégico, Netflix todavía no dispone de las capacidades técnicas necesarias para producir eventos deportivos de forma autónoma a gran escala. De momento, depende de terceros. Los partidos de la NFL que ofrece, por ejemplo, son producidos por la CBS.
Aun así, esa situación está cambiando. «Si analizamos nuestras capacidades actuales en vivo, nos encontramos en una situación completamente diferente a la de nuestros inicios (…) Hemos visto un gran progreso y tenemos un excelente plan de desarrollo de funciones por delante para seguir mejorando estas experiencias», apuntó Sarandos.
La compañía parece decidida a combinar dos mundos: el entretenimiento bajo demanda y el directo, en un modelo que les permita seguir creciendo allí donde el catálogo de series y películas empieza a rozar su techo natural. Una evolución estratégica que va más allá del contenido y que se conecta directamente con sus nuevas líneas de negocio: la publicidad y los paquetes de suscripción.
Netflix: ¿Hacia un modelo de paquetes personalizados?
Otra de las claves que dejó la reciente reunión con analistas fue la posibilidad de que Netflix empiece a ofrecer su contenido en paquetes diferenciados. A la pregunta sobre si la plataforma mantendría su actual modelo —con precios fijos, con o sin publicidad—, Gregory K. Peters, también codirector ejecutivo, respondió: «Hemos aprendido a nunca decir nunca. Así que diría que seguimos abiertos a evolucionar nuestro modelo de atención al cliente». Eso sí, puntualizó que cualquier cambio estaría sujeto a una «rentabilidad razonable para el negocio».
Si Netflix quiere llevar a cabo una política más agresiva de contenidos deportivos exige modelos de pago diferenciados o impulsando más fuertemente la publicidad.
No es casual que Peters y Sarandos insistieran tanto en la rentabilidad. La conexión entre el contenido deportivo en directo y los futuros modelos de suscripción es evidente: son muy costosos de implementar, por lo que exigirán nuevas fórmulas de financiación. Es decir, si Netflix quiere emitir un Clásico o una final de Champions, puede hacerlo como hasta ahora, pero una política más agresiva de contenidos deportivos exige modelos de pago diferenciados o impulsando más fuertemente la publicidad. De lo contrario, el coste medio por usuario se dispararía.
Lo que Netflix plantea, en esencia, no dista demasiado de lo que ya hacen las operadoras de telecomunicaciones. Al sustituir la telefonía o el internet por contenido audiovisual, videojuegos y plataformas de streaming, el modelo se parece mucho al de gigantes como Telefónica: diferentes paquetes, con precios variables y opciones personalizadas para cada cliente.
Claro que para llegar a ese escenario, primero deberá asegurarse el control sobre esos eventos clave. Aunque Sarandos ya ha advertido: “Vamos a competir para ganar esos momentos»