La paz en «Valle Salvaje», nunca ha sido algo más que un estado temporal, algo parecido a una tregua. Con pasiones enredos, traiciones, y con el imbatible peso de lo que es el poder, el pueblo de la Casa Pequeña ha llegado a un punto de no retorno. Lo que antes aceptaban («una cierta resignación») ha dado paso a un enfado reprimido; un enfado que se presenta y tiene su origen justo en el duque, quien hasta entonces ha sido el amo y el dueño de vidas y destinos, que comienza a darse cuenta de que no siempre se puede confiar en la obediencia ciega. Mientras tanto, los corazones de la gente están destrozados, pero florecen inesperadas alianzas, y secretos a punto de estallar preparan la llegada de una tormenta que arrasará con todo lo que se encuentra a su paso.
3SOMBRAS Y SECRETOS EN VALLE SALVAJE

Las intenciones del duque, de sus cómplices, van emergiendo y ella es la primera en darse cuenta de lo que eso supone, por mucho que el duque alardeé de lo contrario. Un pequeño comentario, una frase suelta, un gesto que no logra contener… y todo cambia. En un instante, se da cuenta de lo lejos que van Victoria y José Luis por derribar a los miembros de la Casa Pequeña. Ese descubrimiento no solo la deja impactada sino que además la sitúa ante la necesidad de posicionarse.
Además en Valle Salvaje, ese hallazgo podría ir conectado directamente a los últimos movimientos del duque en relación a conseguir amedrentar a Luisa y al pequeño Evaristo. ¿Es ese un último movimiento más de una estrategia cruel destinada a despojarlos de todo? Esa pregunta empieza a hacerse eco en los pasillos, entre susurros y se convierte en un pequeño embrión de sublevación.
Adriana y Rafael en Valle Salvaje, en otro punto del valle, están en claro dilema moral. Úrsula ha hecho un chantaje con una precisión quirúrgica, Rafael sacrificaría su libertad en pos de salvar a Adriana. Pero ella no lo puede consentir. Por primera vez, los dos empiezan a pensar en utilizar las mismas armas sucias del enemigo. Ya no se trata de conservar la honra, sino de sobrevivir sin ser devorados por los lobos.