La ingesta de ciertos medicamentos comunes puede desencadenar una situación tan inesperada como angustiosa: dar positivo en un control de drogas sin haber consumido sustancia ilegal alguna. Este escenario, que parece sacado de una película, es una realidad para miles de ciudadanos que, por un simple resfriado o un dolor de espalda, se ven envueltos en un embrollo legal y administrativo. El problema reside en la similitud molecular entre algunos fármacos de venta libre o con receta y las sustancias que detectan los test, lo que provoca una reacción cruzada que arroja un resultado erróneo, sembrando la duda y la preocupación donde solo debería haber un tratamiento médico. Comprender este fenómeno es crucial en una sociedad donde los controles son cada vez más frecuentes, tanto en las carreteras como en determinados entornos laborales, y donde un error de este calibre puede tener consecuencias devastadoras para la reputación y la vida de una persona inocente.
La sorpresa es mayúscula cuando un ibuprofeno para la migraña o un jarabe para la tos se transforma en un positivo por cannabinoides o benzodiacepinas. La lista de fármacos implicados es más extensa de lo que la mayoría imagina, abarcando desde tratamientos para la alergia hasta antidepresivos. Conocer esta posibilidad no es alarmismo, sino una herramienta de prevención fundamental para cualquier conductor o trabajador sometido a este tipo de pruebas. Estar informado y, sobre todo, poder acreditar con un justificante médico la pauta de un tratamiento, se convierte en la única defensa eficaz ante el llamado ‘falso positivo por medicamentos’, una circunstancia que exige una mayor divulgación para evitar injusticias y malentendidos que podrían evitarse con la información adecuada y una simple prescripción médica a mano para demostrar la legitimidad del consumo.
4LA SALUD MENTAL Y LOS FALSOS POSITIVOS INESPERADOS

El tratamiento de las condiciones de salud mental es otro terreno fértil para los ‘falsos positivos’ por medicamentos, añadiendo una capa de estrés a pacientes que ya lidian con situaciones complejas. Un caso paradigmático es el de la sertralina, un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina (ISRS) muy común para tratar la depresión y la ansiedad. Se ha demostrado que la sertralina puede dar lugar a falsos positivos por benzodiacepinas, los conocidos ansiolíticos como el Valium o el Orfidal. Irónicamente, un tratamiento para la ansiedad podría generar una situación legal que cause todavía más ansiedad. Asimismo, otros antidepresivos, como la venlafaxina o el bupropión, han sido vinculados a resultados erróneos para anfetaminas, creando un panorama donde la medicación psiquiátrica se convierte en una fuente de riesgo legal inesperado.
La lista de psicofármacos implicados es larga y variada. Algunos antihistamínicos de primera generación con efectos sedantes, como la hidroxicina o la prometazina, que a veces se usan para la ansiedad o el insomnio, también pueden arrojar resultados positivos para metadona u otras sustancias. Incluso medicamentos para el TDAH como el metilfenidato, cuya estructura es análoga a la anfetamina, obviamente darán positivo para esta sustancia, aunque su uso sea completamente legal y pautado. El estigma asociado a la salud mental puede hacer que una persona se sienta especialmente vulnerable en un control, por lo que la posesión de un informe médico detallado es más que una recomendación; es una necesidad imperiosa para protegerse. El desconocimiento sobre estas interacciones con los medicamentos puede llevar a juicios precipitados y situaciones injustas para el paciente.